Bueno, pues parece que el chico
no ha tardado mucho en dejar asomar que tiene ideas propias y un sentido de la
justicia innato. Será porque lo ha vivido en propias carnes o porque lo lleva
en sus genes, el caso es que hace ni un día que Bosco vive en La Casona y ya
cuestiona los métodos de Mauricio con los trabajadores. Lo sorprendente es que
la doña le reste importancia a ello, obnubilada por el chico que ahora parece requerir
todo su tiempo y atención.
Aunque empiezo a olerme que no es
oro todo lo que reluce. Bosco es ahora como un juguete nuevo para Francisca, y aunque
pueda intervenir el agradecimiento, sabemos que la doña nunca hace nada sin un propósito.
Si no fuera así, sería la primera vez que se comporta siguiendo los dictados
del corazón, pero cuesta creer semejante cambio radical. Y ahora Bosco es como
un diamante sin pulir, al que ella puede dar forma y brillo a su antojo. Siempre
en el caso, claro está, que éste se lo permita.
En realidad, que la doña no ha
cambiado tanto lo demuestra el hecho que haya empezado la “instrucción” del
joven dándole una versión sesgada de sus desencuentros con María, en una clara
manipulación para llevar el agua a su molino. Aunque también es cierto que Bosco
ya tendrá tiempo de hacerse una composición por su cuenta y decidir quién tiene
razón o no. Porque puede haberse criado en estado semi-salvaje, pero lo
que es evidente es que tiene una mente despierta, y que además es posible que la mujer
que le hizo de madre le inculcara nobles sentimientos, algo que las palizas y la
brutalidad de Silverio no han conseguido corromper. Y que espero que a Francisca tampoco le sea posible.
Pero hay una cosa más. Es algo
que muchas veces se ha reprochado del personaje de Aurora, y que es que
intenten asemejarla a su madre. Creo que con Bosco va a pasar algo parecido, pero
con respecto a su padre Tristán, del que ya se adivinan algunas semejanzas,
como la que he hecho notar anteriormente.
Aunque en este caso espero que
sepan hacerlo con mesura.
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