29 de junio de 2014

Luchar contra el poder. O aprovecharse de él.

El poder de la palabra contra el poder establecido. Quizás solo sea una gota en el océano, pero existe una mínima posibilidad de que Raimundo consiga despertar alguna conciencia, y al mismo tiempo dejar en entredicho a unos gobernantes que buscando fines económicos, y sin que cuente el beneficio de la población sino sólo los intereses particulares de unos pocos, están llevando a toda una generación de jóvenes a la perdición.
Esto, con otros matices, incluso suena muy actual y casi podría situar a Raimundo como el líder de algunos de los movimientos de protesta que existen a día de hoy. Pero en 1921 era aún más flagrante, cuando enviaban a una muerte casi segura a unos chicos que ni siquiera habían empezado a vivir.
No voy a negarlo. Es cierto que el personaje de Raimundo las más de las veces pasa desapercibido y sus tramas no las considero muy sustanciales, pero esta faceta del hombre hace que desde hace semanas me haya fijado en él más de lo habitual y que incluso lo mire de otra manera. También es verdad que este carácter no es nada nuevo, porque siempre se ha destacado por sus maneras contestatarias, seguramente fruto de una mente abierta a ideas que van allá del núcleo cerrado de un pueblo situado en los confines de la España profunda. Y me gusta porque me identifico con él, al igual que lo hacen la mayor parte de los miembros de su familia.
Otra cosa es el poder de los aprovechados. Aunque casi sería lo mismo que lo de los primeros, en este caso las comparaciones no son muy correctas. Pero lo cierto es que también se trata de buscar el propio interés, en contra de sus conciudadanos. Desgraciadamente esto también sigue siendo actual y no son pocos los casos de ediles o cargos municipales que han engrosado sus cuentas bancarias a costa de esquilmar las arcas públicas o utilizar su cargo para beneficio propio.
Lo peor de todo es que, en el caso de Pedro, es un secreto a voces, pero parece que nadie está dispuesto a atajarlo. Además de que ni siquiera es electo, sinó puesto a dedo (aunque quizás éste sea realmente el problema).Y tampoco hay que despreciar la colaboración de Dolores en todo ello, que las más de las veces actúa como instigadora y a la que no le remuerde en absoluto la conciencia el aprovecharse de sus vecinos.
En el fondo todo se reduce a la ambición, que bien llevada puede ser buena para labrarse un futuro, pero en el caso de esta pareja es más bien ansias de poder, de hacerse un hueco entre los poderosos a través del dinero. ¡Pobres ilusos, que no ven más allá de sus propias narices y que se han montado un cuento de la lechera que no va a tardar en caer por su propio peso!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario