18 de junio de 2014

Sin bajar la guardia

Estoy convencida de que los temores mostrados por D. Anselmo son sólo una estrategia de los guionistas para que nadie olvide (como si ello fuera posible), que la amenaza de la vuelta de Fernando es algo que nunca hay que descartar por completo.
Pero dejando aparte el hecho de que el sacerdote hoy me ha parecido un cenizo estropeando con sus inquietudes un momento que podía ser bonito, he decidido hacer lo mismo que Martín. Poner en su justo lugar las amenazas de Fernando, tomándolas como los últimos coletazos de un ser abyecto que se sabe perdido y quiere poner en práctica aquello de “morir matando”.
Aunque es evidente que sería un error bajar la guardia y no darle importancia. Sin embargo Martín y María tampoco pueden dejar que un miserable les arruine lo que tanto les ha costado conseguir. Vivir con la angustia permanente por algo que ahora mismo es remoto, puede condicionar su existencia e impedir que les sucedan cosas buenas, además de ser el primer obstáculo para la felicidad. También es cierto que el temor está presente en muchos ámbitos de la vida, y siempre habrá algún motivo que lo haga manifestarse. Y para la pareja en este momento es que le pase algo a Esperanza, pero también que suceda algo que les arrebate lo que finalmente tienen al alcance. 
Aunque tampoco es posible hacer mucho, más que tomar precauciones. Quizás ya es el momento, por ejemplo, que pongan una cerradura en la puerta y el que quiera hacerles una visita que llame al timbre.  

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