Si algo tiene de bueno la trama del
envenenamiento (si es que se puede catalogar de bueno) es que ha servido para dar protagonismo a casi todos los actores.
Y no es que éstos hayan de demostrar nada, porque todos han mostrado de sobra su
profesionalidad, pero ahora además pueden añadir otras facetas y tener sus
minutos de gloria.
En este caso tengo que volver a referirme
a Mauricio y su relación con Mariana y Fe. Aunque no sea del todo aplicable en
este caso aquello de que el roce hace el cariño, es palpable que entre el
capataz y las dos sirvientas existe ahora mismo una buena relación que va más allá
de trabajar para la misma persona, y que ya llega hasta la complicidad. También es
cierto que especialmente la relación con Mariana ha tenido sus más y sus menos,
sobre todo al principio y debido principalmente a la actitud del capataz con Juan, el hermano
de ésta. Pero ya sea porque el hombre se ha ablandado con los años, o quizás motivado porque Mauricio se haya cansado de actuar contra personas que era evidente que no se lo
merecían (aunque fuera obedeciendo fielmente las órdenes de su ama, y sin que
ello signifique una justificación), el capataz ha ido dejando surgir una
persona diferente, de la que se intuye que, a pesar de todo, tiene corazón.
O quizás sea lo que ha dicho
Mariana. Mauricio es un hombre que no ha tenido amor en su vida, y que cuando
alguien le ha dado aunque sólo sea amistad o le haya tratado como a un igual, también
sabe ser agradecido y corresponder en la medida de sus posibilidades . Eso si, sin que lo deje notar mucho (por aquello de que su reputación de hombre fiero quede en entredicho) .
En los últimos tiempos Mariana y Fe han sido el objeto de lo dicho anteriormente, además de su refugio, sus amigas, confidentes, las únicas
personas en las que puede confiar y descargar sus cuitas. Llegando incluso a compartir con la primera no sólo sus averiguaciones, sinó especialmente el temor por la suerte de la doña. Y
esta cercanía ha hecho que las dos mujeres se muestren ahora sinceramente
preocupadas y dispuestas a hacer todo lo posible por él.
Me ha encantado ver la ternura
con la que ambas cuidan al hombre, y el hecho de que éste haya puesto su vida en sus
manos, confiando plenamente en ellas. Y sé que ni la una ni la otra le dejarán
solo.
Por cierto, algo que tampoco parece estar
dispuesta a hacer Francisca. No es que me sorprenda que suceda, porque muchas
veces ha quedado patente que su actitud es sólo un paripé para mantener la
distancia social, pero que el hombre y sus opiniones le importan. Y es evidente que la doña también sabe agradecer la fidelidad de un hombre que jamás ha
cuestionado sus órdenes, excepto últimamente de manera puntual y con razonamientos, y que la ha protegido con dedicación y esmero durante años.
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