No voy a cuestionar el pleno derecho
de Aurora y Candela a ostentar el título de señoras del Jaral, adquirido una
por ser dueña de una parte de la hacienda y la otra por ser la viuda del
antiguo señor. Pero aunque es posible que ambas intervengan de alguna manera en
la administración de la casa, el hecho de que dediquen la mayor parte del
tiempo a otros menesteres fuera de ésta, hace que sea necesario que alguien se
ocupe de las tareas cotidianas. Y aunque es cierto que también está Rosario,
creo que este papel es de María, la otra señora de la casa, aunque en este caso
porque es la mujer del señor.
De lo que no hay duda es que
Martín es el señor del Jaral, además de que se ha ganado a pulso esta
distinción y el respeto de sus conciudadanos no sólo por su linaje, sinó por
sus actos. Y María no le va a la zaga. Aunque educada para ello, considero que por
sí misma ha hecho méritos sobrados para que también sea considerada algo más
que un mueble y si toda una mujer, de la que Martín pueda sentirse orgulloso. Hoy
lo ha vuelto a demostrar, encarándose con Francisca. De hecho es la primera vez
que creo que la lucha entre las dos voluntades ha estado a la par, porque la
chica ha estado conciliadora pero firme. Y creo que ha quedado bastante claro
que ya no hay vuelta atrás en su relación con la doña.
El hogar de María ahora es el
Jaral, y su lugar estar junto a su hombre y a su hija. Es cierto que ya lo he
dicho otras veces, pero no me cansaré de repetir que Martín y María junto con
su hija hacen una estampa preciosa, y dan la viva imagen de una familia feliz. Y
si, Martín anda embobado con sus dos mujeres, pero no creo que se le pueda
censurar que los sentimientos se le trasluzcan en cada poro de la piel. Su vida
ha estado plagada de dificultades y sufrimientos, pero al fin parece que el
destino ha decidido dejar de ensañarse con él y permitir que sea feliz. Igual
que María.
De hecho la felicidad parece que
se ha instalado en el Jaral. Y pronto volverá a estar toda la familia reunida,
junto con Candela.
Al respecto de ésta, hoy hemos
tenido otra imagen preciosa. La de otra familia que, sin lazos de sangre,
constituyen un magnífico ejemplo de una de las características de este pueblo:
la estrecha relación que une a sus mujeres.
Estoy de acuerdo contigo
ResponderEliminarEn cierta ocasión Fernando Mesía menospreció a Rosario creyendola aún criada y Martín señaló su nueva condición en la casa; Señora del Jaral, y Fernando debía respetarla como tal.
ResponderEliminarTienes razón. Lo único que diferencia a Rosario de las demás mujeres del Jaral es que ellas lo son por derecho y Rosario lo sería por un cargo que se podría llamar honorífico.
ResponderEliminarGracias por tu comentario