14 de abril de 2014

Un error colectivo

Iba a decir que Aurora otra vez había cometido un error, pero esta vez creo que es colectivo. Porque puedo entender el rechazo que todos sienten hacia la doña y también que recelen de sus propósitos, que las más de las veces llevan doble intención y no suelen ser altruistas. Pero creo que, al igual que en el río con los hombres de Mauricio, Martín y su familia no están en disposición de rechazar ningún tipo de ayuda y menos cuando se trata de la salud de María. En este caso creo que las prioridades están claras y la primera es la chica, aunque para ello tengan que tragarse el orgullo.
Si bien es cierto que tampoco es fácil aceptar la mano de alguien que pretende dar lecciones y que lo único que ha lanzado (y sigue lanzando) han sido reproches. No es la mejor manera para allanar el camino y establecer una comunicación. En realidad más bien lo es para estropearlo todo y, de rebote, permitir que pueda ir de víctima. 
Pero no se trata sólo de no aceptar la ayuda y que María pierda la posibilidad de una segunda opinión, que por lo demás no tiene por qué ser definitiva ni determinante, sinó que ni siquiera tarden un par de minutos en descartar de pleno esta posibilidad, atendiendo a la opinión de Aurora. Y ya es la segunda vez que sucede, la primera en el parto. Lo siento porque esto es una crítica, pero no me gusta esta faceta de este personaje. Porque, como sucede en este caso, pretender convertirla en alguien capaz de dar recomendaciones en temas de medicina, cuando ni siquiera ha pasado de leer libros especializados y tenga ciertas nociones dadas por médicos o adquiridas por propia experiencia, me parece cuando menos una exageración. Es posible que la pretensión de los guionistas sea que se parezca lo más posible a su madre, pero ateniéndome a la lógica no me parece muy razonable que una chica de diecisiete años, que ha pasado la mayor parte de su vida en un internado en el que no enseñaban medicina (si acaso algo de nociones de primeros auxilios), pueda emitir juicios acertados sobre estos temas y además saber con seguridad si alguien es buen profesional o no. No creo que tenga mucho con quien comparar y además su visión es posible que esté algo nublada por la gratitud.
Por descontado, también he de extender esta crítica a los demás personajes de este caso. Porque quienes realmente tienen la responsabilidad de velar por María, parece que hacen dejación de este derecho, sin apenas cuestionarlo. Todos son adultos, con experiencia de la vida y, sin embargo, aceptan sin rechistar la palabra de una poco más que adolescente.
También es cierto que yo misma estoy incurriendo en prejuicios al cuestionar la profesionalidad de un médico, en este caso Lesmes, y probablemente influida por su proceder, que también es verdad que es algo que sólo conocemos las/os espectadores. Pero al igual que en la vida real, no veo nada de malo en buscar otra opinión, que puede dar otra visión o corroborar lo que ya se ha hecho o prescrito.
La vida de María está en peligro y ya ha quedado claro que la ciencia de Lesmes no es capaz de encontrar el remedio. Y que lo único que está haciendo ahora éste es dar palos de ciego, a ver si suena la flauta. 

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