25 de abril de 2014

Fuerte es el amor

Por alguna razón, la escena de hoy me ha llevado a recordar los versos que leyó Tristán el día de su boda con Candela, y que pertenecen al Cantar de los Cantares de Salomón.

Grábame como un sello sobre tu corazón; llévame como una marca sobre tu brazo. Fuerte es el amor, como la muerte, y tenaz la pasión, como el sepulcro. Como llama divina es el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo. Si alguien ofreciera todas sus riquezas a cambio del amor, sólo conseguiría el desprecio"

No creo que sea necesario volver a afirmar que el amor de Martín por María trasciende cualquier intento de ponerlo en palabras. Es puro, tierno y lleva el compromiso firme de anteponerlo a todo, incluido él mismo. No sabe de orgullos, ni de animadversión, ni siquiera de humillaciones, cuando se trata de lograr a cambio el bienestar de la mujer a la que ama y por la que daría todo. ¡¡Que mayor prueba de amor que ello!!
Verlo aguantar estoicamente las pullas de una mujer que desprecia los lazos que los unen, y además haciéndolo a sabiendas que esta misma persona arruinó la vida de sus padres, y por extensión la suya, dice mucho de la gran persona que es Martín. Evidentemente no puede perdonar, ni olvidar, pero si ha podido hacer a un lado los oscuros sentimientos que le inspiran esta mujer, porque ante todo necesita recuperar a María. Y no va a reparar en recursos. Primero lo intentó con Candela, y fracasó, aunque no por los motivos que él piensa. Ahora lo ha intentado con Francisca, aunque también va a suponer un fracaso, porque ésta ni siquiera ha sido capaz de saltarse su estúpido orgullo para, por una vez, hacer lo que debe. No pierde comba al hablar una y otra vez de su sufrimiento por la pérdida de su hijo (cosa que cada vez lo veo más como un intento de provocar lástima), pero parece que cuando la misma situación les sucede a otros no entiende de ello.
Y lo que en Martín ha sido un intento de ayudar a la mujer a la que ama, se va a convertir en una herida más profunda en ésta.
Pero ¿quién le ayuda a él? María, inmersa en su propio dolor, parece que ignora que él también sufre. Aurora, Rosario, Emilia si se dan cuenta y le dan su apoyo y cariño, pero todas tienen sus propios problemas. También están los hombres, Conrado, Raimundo y Alfonso, aunque todos parecen que han optado por dejarle que libre su propia batalla. Quizás quede D. Anselmo, pero sus consejos de poco pueden servir, porque siempre llevan al mismo sitio: la resignación. Y esto es algo que Martín aún no puede asumir.
Sólo espero que esta situación no dure mucho. Porque ni Martín ni María saben que esto se podría revertir, ya que su pálpito es cierto y tienen a su hija viva y sana al alcance de sus brazos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario