Parte el alma ver a Martín
arrodillado a los pies de la cama de María llorando su desesperación y su
derrota. No puede encontrar a su hija, y la mujer a la que ama se va apagando
lentamente sin que nadie pueda evitarlo. Son demasiados los golpes del destino que
ha tenido que soportar este chico, que con sólo alrededor de veinticuatro años ya
carga sobre sus espaldas lo que algunos en toda una vida. Casi no tuvo infancia ni adolescencia, no pudo
volver a encontrarse con la madre a la que tanto ansiaba estrechar entre sus
brazos, vio morir al único padre que ha conocido y que le dió amor incondicional
y el calor de un hogar y una familia. Y ahora, cuando todo parecía encarrilarse
y su existencia salir del oscuro túnel, la fatalidad ha vuelto a cebarse en él.
Y si bien es cierto que la vida
de María tampoco ha sido fácil y que a sus pocos años ha sufrido ya lo
suyo, también los es que en su infancia y adolescencia estuvo cuidada y
protegida. Y fue hasta cierto punto feliz, cosa que no ha sucedido con Martín.
Aunque dicen que la felicidad es
algo relativo y que este concepto tiene diferente valor para cada persona y
circunstancia. Hay quien necesita mucho para serlo, y para otros se trata de
vivir en paz y sin grandes sobresaltos. Sin embargo creo que es difícil poner a Martín
y María como pareja, en alguna de estas dos categorías. Porque si bien su felicidad pasaba
por poder estar juntos y con su hija, nunca ha dejado de sobrevolar la sombra
de Fernando para romper esta armonía. Evidentemente nadie, excepto María, sospechaba
hasta qué punto.
Y es precisamente esto último lo
que desespera a Martín. El no haber dado pábulo a las palabras de María, el no
haberla creído cuando quiso prevenirles de la vuelta del Mesia y de sus
intenciones.
¡Cuántas veces hemos utilizado la
palabra “Si hubiera….”…..!Si se pudieran cambiar nuestros actos y
equivocaciones, seguro que todos/as lo haríamos sin pestañear. Pero ello no es posible.
Como tampoco lo es cambiar la realidad para Martín, por mucho que sienta que ha
cometido un error irremediable. Aunque tampoco
ha perdido del todo la esperanza en que el destino le dé otra oportunidad, ya
que sigue sintiendo que los lazos con su hija no se han roto y que ésta sigue
viva.
¿Es su deseo, o es algo posible? Sólo
el tiempo (y los guionistas ) dirán.
Me encanta como desgranas el càp. diàrio, sin acritud ni desprecio hacia ningùn personaje o actor, eso es ser una buena espectadora de la obra
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarSiempre intento ser ser lo máximo objetiva posible, con la perspectiva de que lo que estoy viendo es una ficción . Aunque después de tanto tiempo, los personajes casi se han convertido en alguien tan familiar que a veces una se desespera antes situaciones negativas para ellos, pero cuando se apaga el televisor todo vuelve a la normalidad.
Besos