18 de abril de 2014

Conrado y Aurora

Acabo de darme cuenta,no porqué no sea evidente, de otro aspecto en la relación de Conrado y Aurora. A diferencia de las otras parejas protagonistas de la serie, ninguno de los dos tiene aparentemente condicionantes que impidan que puedan amarse sin reservas. La diferencia de edad sólo es algo anecdótico y nada que pueda entorpecer que su relación avance y se consolide.
Tristán cuando conoció a Pepa estaba casado y después Francisca hizo todo lo posible para torpedear su relación con la mujer a la que éste amaba. Martín tuvo el sacerdocio como impedimento y cuando esto desapareció entonces el problema era María y su matrimonio con Fernando. Pero para Aurora y Conrado nada de esto existe, porque no tienen que reprimir sus sentimientos, ni esconderse para vivir su amor, ni hay terceros en discordia, ni su relación es vista con recelo por nadie. De ahí que, una vez admitido por parte de ambos lo que sienten, puedan dejar que sus sentimientos fluyan con toda normalidad y sin reservas.
Aunque dicho así incluso parece que miel sobre hojuelas y que, a partir de ahora, todo va a ser un camino de rosas. Pero no me engaño, esto es PV y como en la ley de Murphy si algo puede salir mal, saldrá mal (aunque, en este caso, evidentemente por obra y gracia de los guionistas).
De momento y con la recuperación de la vista por parte de Conrado y las expectativas de un futuro medianamente próspero, la situación de la pareja pinta bien. Y los momentos románticos se suceden con mayor frecuencia. En realidad Conrado está dejando surgir a un hombre que, con los pies bien asentados en el suelo y sabiendo hasta dónde puede llegar, está demostrando también su lado más sensual y que no son necesarias grandes dosis de pasión para sentir igualmente que el amor le sale por todos los poros. Ni siquiera es necesario que lo ponga en palabras, porque cuando de sus labios sale el nombre de Aurora, parece que todo se detiene y una muera un poco, deseando estar en el lugar de la chica.
No es el amor apasionado de Tristán, ni la dulzura de Martín, sinó algo que aún con lo mismo que los anteriores, es diferente. Pero igual de precioso. 

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