Ya puesta en plan negativo, algo
que por otra parte creo que tiene razones fundadas visto el rumbo de la serie, ¿por
qué no rematarlo?
Así que allá voy.
No me acabo de creer a la doña y su paripé de que está sola, incomprendida y triste. Y especialmente me carga su
continuo victimismo y su incapacidad de reconocer que ella misma es la culpable
de su situación. Pero tanto como esto, lo que está llegando a parecerme farragoso
es su insistencia y las escenas, calcadas de un día para otro, sobre el mismo
tema recurrente de las finanzas de Fulgencio.
Quizás sea por aquello de que
nunca da puntada sin hilo, su preocupación se me antoja motivada por algo muy
diferente de lo que aparenta. ¿O es que realmente ya chochea? Si fuera esto
último quizás se podría entender su repentino ataque de blandura, pero su
pasado no cesa de salirme al paso y no consigo ver a la mujer que al parecer
pretenden hacernos creer que puede estarse redimiendo. Cierto que, como todo el
mundo, tiene derecho a una segundad oportunidad, pero en este caso ya sería la
de tropecientos y aún sigue en lo mismo o parecido. Se le pueden dar
oportunidades, pero no indefinidamente, y está demostrando que sigue igual de
despiadada como siempre. Excepto para lo que le conviene y especialmente para
mantener su estatus social intacto.
En el tema de la marcha de los
muchachos hacia una guerra que nadie parece saber porque se libra, ha quedado
muy claro quién es Francisca Montenegro y que se puede esperar de ella. Una persona
de las que se llenan la boca de buenas palabras y de sentido patriótico, pero que
no tienen escrúpulos en enviar a otros para que luchen y mueran, aunque sea por
una causa incierta. Y, por descontado, a ninguno de los que considera de su
clase social, ya que la guerra sólo está destinada para el vulgo. Patético!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario