Dicen que las desgracias nunca
vienen solas, aunque en PV esto cobra otro sentido. Porque las que suceden en
este pueblo maldito no vienen por una vuelta de tuerca del destino, algo que no
se puede controlar, si no a causa de desgraciados (en el sentido peyorativo del
término) que las procuran y que hacen a los demás infelices. Y aquellas no llegan
solas, si no que lo hacen en tropel. Aunque, por alguna extraña razón, sólo afectan a
quienes menos son merecedores de ello.
Antes de seguir he de decir que entiendo
que esto es una serie, y que probablemente en todas los personajes principales
son los que se llevan la peor parte cuando se trata de pasarlo mal. Pero creo
que en PV se deben llevar la palma. Y Martín por excelencia, aunque ello
permita al mismo tiempo a Jordi lucirse de manera brillante en su papel.
Pero volviendo al tema que me ocupa.
Conrado ha tratado de infundir ánimos a Martín y refiriéndose a los milagros le ha dicho: “Tu dios hace estas cosas. Ten fe”. Creo que hay que tener profundamente arraigado este sentimiento para seguir creyendo en este ente superior al que se le supone magnanimidad y sentido de la justicia, pero que parece que mira hacia otro lado en el caso de Martín y María. Porque dicen que todo lo que sucede en esta vida tiene un sentido y también que puede ser una prueba, pero no puedo imaginarme una razón por la que nadie, y menos estos dos jóvenes, tendrían que pasar por ello una y otra vez. Sin tregua y con un nivel de sufrimiento cada vez mayor. ¿O acaso, como dice Francisca, merecen castigo sólo por el hecho de desear estar juntos , amarse y poder envejecer uno al lado del otro, aunque ello implique romper unas normas escritas por la mano del hombre?
Soy consciente que estoy haciendo
una reflexión desde la óptica de una no creyente, pero hago un esfuerzo para intentar
encontrar un motivo del porque estos sentimientos, que para mí son de lo más puro,
pueden ser merecedores de la cólera divina (cosa que, por otra parte, es algo
que sólo parecen creer Francisca y unas cuantas beatas) y porque al contrario los
actos de la doña no son merecedores de ello. Al fin y al cabo Martín y María no
dañan a nadie, solo a algo tan poco tangible como una reputación, mientras que
a ésta no le ha temblado el pulso para destrozar la vida o
directamente eliminar a quienes le estorban para sus planes. Cierto que para una
persona que es creyente aún existe la posibilidad de la justicia en el más allá, pero no estoy muy
segura de que esto les pueda servir a los que sufren injustamente en esta vida.
Aun así admiro de verdad a las
personas que como Martín se aferran a su fe para mantener la esperanza. Muchas
veces me gustaría ser como ellos y dejar de lado mi parte racional para poder creer
que hay algo que permite dar un giro al destino.
Porque no creo que sea nada malo
desear ser feliz y dejar atrás las penas y sufrimientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario