No creo que ni siquiera sea
posible hacerse una idea aproximada de lo que puede pasar por la mente de un
padre, en este caso Martín, al ver la toquilla de su hija en el rio, ni la
amalgama de sentimientos que le pueden haber recorrido. Desde la opresión en el
corazón, hasta el desespero por lo que parece, pasando por el alivio por lo que
no es. Sentimientos que considero que sólo le es posible sentir a quien los
haya vivido de verdad, pero que, en mi opinión, Jordi es capaz de hacer llegar
con total convicción a las/os espectadores.
Ver a Martín sosteniendo en sus
manos un objeto tan familiar, y hacerlo con la desesperación propia del que
sabe que se le está terminando el tiempo pero que se resiste a aceptarlo,
encoge el corazón. Aunque, inasequible al desaliento, aún puede conservar una
ligera luz de esperanza al no encontrar el cuerpo de su hija, ni ningún otro
indicio.
Lo que es patente es que Martin
no está dispuesto a abandonar. Sin ser posible discernir si se trata de un deseo
ferviente de creer que sólo está viviendo una pesadilla, de un pálpito que hace
que sienta firmes y vivos los lazos que le unen a su hija, del miedo a dejar
que la realidad se imponga, el caso es que sigue empeñado
en no escuchar a los que intentan que deponga de su obstinada persecución
de algo que cada día que pasa se antoja más una quimera.
Aunque creo que lo que más teme
es tener que decirle a María que ha fracasado, que no puede encontrar a la niña por la que han luchado, la que ambos ansiaban y que les había colmado de felicidad. Pero María ahora está
librando su propia lucha, la más importante: por su vida. Aunque quizás no con ahínco,
porque al quebranto de salud hay que añadir el de un alma rota por el dolor. Pero espero que el amor de y por Martín consiga sacarla de este
pozo en el que ahora está sumida. Y juntos superar esta dura prueba que el
destino les ha deparado.
Aunque también espero que esto
último no sea necesario.
Porque ver llorar a Martín al lado de la cama de su amada, parte el corazón. Aunque me uno a su esperanza (aunque no
comparta sus creencias en un supuesto dios que continuamente le pone a prueba). Porque no ha perdido la fe a pesar de todo y aún piensa que su dios no puede
ser tan cruel como para condenar a los que se aman de verdad y mucho menos hacer
pagar a una inocente criatura los supuestos pecados de sus padres. Y que este dios
en el que cree tiene a su hija viva y permitirá que los tres vuelvan a
estar juntos y felices.
Por cierto, parece que nadie
busca a Fernando y que la suerte que pueda haber corrido no importa a nadie.
Excepto por si se diera el caso de que hubiera sobrevivido y tuviera con él a
la niña. Pero por ahora no parece que sea una hipótesis que cuente mucho,
aunque sea factible. Ya que si Martín y María salieron del río, también es
posible que lo haya hecho él con la pequeña.
Aunque ahora esto sólo sea una conjetura.
Aunque ahora esto sólo sea una conjetura.
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