11 de abril de 2014

Sin justificación

No he podido evitar que me recorriera un escalofrío al oír a Bernarda justificar algo que es totalmente injustificable. Me refiero al maltrato físico o psíquico. Y además hacerlo con unos argumentos que no dudo que aún hoy en día pueden ser vigentes.
Por supuesto no voy a poner en la picota a quien hace uso de ellos, porque cada persona y cada casa son un mundo, y las razones que se puedan tener para sostenerlo, lo mismo. Que no quiere decir que lo admita y que además no me parezca abominable que suceda. Porque nadie es dueño de nadie, y mucho menos de su cuerpo y su voluntad. Por muy fuertes que sean los vínculos que existan.
Pero aunque no estoy en disposición de meterme en disquisiciones psicológicas, ya que no entiendo nada de ello, no dejo de cuestionarme esta actitud de sometimiento de alguien a otra persona. Aunque también pienso que, como en el caso de Bernarda, pueden darse varios factores: una débil voluntad que convierte en dependiente de otro, probablemente también en el tema económico. Y a ello hay que añadir las conveniencias y la moral imperante, que no creo que en los tiempos en los que transcurría la serie distinguiera entre clases sociales. Aunque tampoco ha dejado de hacerlo aún en la actualidad.
Sin embargo lo peor de todo (si es que ello es posible) es el sentimiento que puede inducirse, bien sea por parte de una/o mismo o por las palabras del otro. El de merecer el castigo por no estar a la altura de las expectativas del antagonista, y sin plantearse la reciprocidad de lo mismo (no del castigo, sinó lo demàs).    

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