17 de julio de 2014

La poetisa y el revolucionario

Reconozco que cada vez me es mas difícil empezar un comentario sobre la serie, sin que al final me salga una crítica.
Pero desde que empezó la semana, aunque creo que ya viene de más lejos, me da la sensación que la serie no avanza ni un centímetro, que como un círculo vicioso las conversaciones y el devenir diario se repiten sin variar ni un ápice, si acaso para ir a peor. Lo de la doña con Bosco está adquiriendo tintes demenciales, así como lo de la prima. Lo de Conrado y Aurora va en picado hacia al abismo y sólo por la falta de comunicación. Martín y María andan preocupados por todo y todos, menos por su inminente boda. Dolores cada día está más insufrible. De hecho creo que, de existir un lugar similar a su comercio, no me acercaba ni que fuera el único en cien leguas a la redonda. Y junto con Pedro y sus pamplinas, es para cogerles del cuello y estrangularles. Ya no digo de Mariana y Nicolás, a los que han convertido en dos aburridos granjeros, con un secreto que seguro no tiene ni fuste. O Mauricio y Fe, cuyas conversaciones en la cocina también han perdido su gracia, trocadas ahora en preocupación por el rumbo de la actitud de la doña y su acólito. Y finalmente Rosario y Candela, dos mujeres que andan desaparecidas casi totalmente, o D. Anselmo que, más que un cura, parece un bombero apagando fuegos.
El único personaje que creo que aún aporta algo de luz, sorprendentemente es uno de los secundarios: Quintina. Y no es porque su trama sea para echar cohetes, ni sea crucial para nada, ni siquiera llene muchos minutos, ni pueda por si misma despertar interés para el futuro, sinó porque al menos hay alguien que hace algo diferente, luchando además para hacerse un lugar lejos de la influencia de la desquiciante familia que le ha tocado en suerte. En realidad ya hace tiempo que me pregunto por qué Hipólito sigue pegado a las faldas de su madre y no ha roto las cadenas. Aunque yo misma me respondo que es porque para los guiones es mucho más fácil tenerlos juntos. Y cuando el chico y su mujer son los únicos lúcidos en esta peculiar familia, que cuenta con unas tramas que creo que interesan ya a muy pocos.
Bueno, quizás también sea justo destacar a Raimundo, aunque ya hace días que el tema del manifiesto anda sobrevolando sin moverse de sitio. Pero lo que es verdad es que su integridad y su valentía son remarcables, más cuando sabe a lo que se expone dando a conocer públicamente su opinión. Vamos, más o menos como sucede ahora mismo, en que defraudar, prevaricar o difamar se ha convertido en algo corriente (aunque no por ello justificable) pero de lo que se puede escapar con total impunidad, mientras que protestar por las injusticias o luchar por reivindicar un derecho puede acarrear penas de prisión, en mi opinión no sólo injustas sinó totalmente desproporcionadas. 

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