Incendio en la plaza

No ha habido exactamente un chupinazo, pero en la plaza de PV se ha vivido una explosión similar. Y no precisamente para empezar la fiesta, sino más bien todo lo contrario.

Alguien decía que el mejor Jordi/Martín es el enfadado, el que muestra su indignación. Y sin olvidar al romántico, al que considero igual de interesante, he de coincidir con esta apreciación. En mi opinión, en esta faceta sabe trasmitir con total credibilidad toda la amalgama de sentimientos que pueden atravesar a alguien enfrentado a una de las pocas personas que son capaces de despertar instintos no muy ortodoxos. Algo que la doña consigue por méritos propios, y no sólo con Martín.

Por descontado con la que no coincido es con María, cuando le ha acusado de comportarse como un energúmeno. En realidad ha sido ella, aunque involuntariamente, la instigadora de la situación, al actuar con poco pesquis permitiendo que la doña la acompañase y además dejando a su hija a su cuidado. Admito eso sí, con reticencias. Porque una cosa es que intente recomponer los lazos con su madrina, aún a sabiendas de que ello supone para Martín y los suyos tener que tragar acíbar, y otra es que parezca poco sensible a los sentimientos de los demás en este tema. Ya no digo el permitir que Francisca incluso meta baza en cuestiones de la boda, cuando es algo que creo que tendría que circunscribir al ámbito de su verdadera familia.

No voy a entrar en la cuestión del porqué es incapaz de ver lo que para todos es patente con respecto a la doña, pero aparte de mostrar lo que se me antoja poca lucidez en este tema, creo que lo más prudente en su caso sería que se limitara a mostrar sus sentimientos sin necesidad de hacer ostentación pública de ello, cuando es consciente de lo que provoca su actitud a su familia y al hombre al que ama.

También es cierto que Martín jamás le ha contado todo lo que sabe de la doña, aunque es posible que la chica tampoco le diera crédito. Pero creo que aún sin la cuestión de Pepa, hay motivos más que sobrados y conocidos para entender el profundo resentimiento de éste hacia Francisca, y que no pueda perdonarla. Ni mucho menos olvidar.

Por ello creo que es perfectamente justificable que ante la visión de Francisca con su hija en brazos, Martín haya sido incapaz de refrenarse. En realidad ¿para que guardar las apariencias, si es pública y notoria la animadversión que existe entre ambos, aun siendo ella su abuela? En realidad creo que yo hubiera actuado de la misma manera (y ya no digo Alfonso, por ejemplo), habida cuenta de que (casi) todos son conscientes de que la doña acaba emponzoñando, en mayor o menor medida, todo lo que toca.

¡Y que mayor muestra de ello, que haya conseguido otra vez sembrar cizaña entre la pareja!.