No ha hecho falta ni un día para
que la normalidad volviese a instalarse en el Jaral. En realidad tampoco ha
cambiado nada, salvo el estatus público de sus señores, que ahora pueden hacer
vida normal de pareja sin estar en los mentideros. Algo que, por otra parte, creo
que tampoco era un tema que les importara demasiado, ni a ellos ni a su familia.
Pero recibir la bendición de los hombres les hará más libres y más fuertes, además de alejar muchas dudas. Entre ellas la posibilidad de intromisión de Francisca, que
se ha tenido que dar con un canto en los dientes, ante el disimulado regocijo
de Mauricio y, por descontado, de tod@s l@s espectadores. Afortunadamente
parece que las cosas empiezan a torcerse para ésta, y aunque es difícil predecir
si va a dejarlas tal como están, creo que va a tener muchas más dificultades para
salirse con la suya.
Por lo demás ni Martín ni María
han podido hacerse a la idea de que sus vidas ya están unidas para siempre. Sin
tiempo para ellos mismos, otra vez Aurora vuelve a ser el centro de atención. Y
no voy a recriminarlo, porque en realidad, aparte del cariño que siente por
ella, también es obligación de Martín velar por su hermana y procurar su
felicidad. Y ahora también es el deber de María.
Por cierto, ahora me acabo de dar
cuenta de algo de lo que ni siquiera se ha hecho mención, y que demuestra que
hay temas que los guionistas pasan por alto. Y es que Martín y María
serían primos en primer grado, y ello ni siquiera se ha planteado como un inconveniente
para su matrimonio. También es cierto que su genealogía es tan compleja que ni
de lejos comparten ni una gota de sangre, y que además probablemente Emilia y Tristán no llegaron nunca a ser legalmente hermanos, con lo que esto ya sería una justificación. Y quizás por ello nadie parece haberlo tenido en cuenta, como tantas otras cosas. Por ejemplo, que Martín haya podido
casarse con otro nombre, lo mismo que en el pasado ordenarse
sacerdote con esta misma situación.
Ya sé que todo lo anterior es una
tontería, pero tenía que decirlo. Aunque tampoco es que los capítulos den para
mucho más (con alguna notable excepción como la de ayer).
Bien, supongo que podría hablar
de Conrado y Aurora, pero prefiero esperar a que se desarrollen los
acontecimientos. Hacerlo ahora sería juzgarlos apresuradamente, porque hay
muchos flecos en esta relación a tener en cuenta. El principal, la que parece
predisposición de ambos a dejarse manipular, aunque parece que Aurora empieza a
tener la mosca tras la oreja. Y ello sin que haya sucedido nada visible que le
haga pensar que Alicia les utiliza, o de que haya atado cabos por algún motivo,
sinó que supongo que es fruto de la reflexión y también de que, al fin, parece
que ha decidido luchar por su amor.
Ah sí, otra cosa: Candela. A pesar
de que sus minutos de gloria son escasos, me encanta el papel que ha asumido de
segunda madre para Aurora. Creo que su ascendiente es importante para la chica,
y que su papel de consejera y referente le es a ésta de gran ayuda. Aunque también
para Martín y María.
Y ellos la corresponden en igual
medida, queriéndola y siendo su auténtica familia.
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