Dicen que una buena estrategia es
repetir machaconamente un mensaje hasta que éste acabe calando, así como que la
reiteración de una mentira o una versión de los hechos construida a medida de
los deseos acaba siendo interiorizada y convertida en “su” verdad por quien la propaga.
Es tal la convicción que la doña
pone en sus palabras, que he llegado a creer que realmente piensa lo que dice:
que son los demás quienes la han llevado a la situación en la que se encuentra,
sola y sin familia que la arrope. Aparentemente ni siquiera se le pasa por la
cabeza que pueda tener que ver con ello, pero especialmente que la
libertad de decidir de los demás no es algo que pueda legislar, que sus deseos
no han de ser siempre órdenes para quienes no están bajo su yugo y que el
agradecimiento es algo que también tiene un límite. Además que utilizarlo para fines
abyectos lo desvirtúa totalmente, porque entonces cualquier acto supuestamente
altruista pasa de algo sincero a ser un arma.
Esta actitud y la de intentar
provocar lástima, es algo que la doña ha intentado con muchos, aunque hasta el
momento no haya logrado sus propósitos. No lo consiguió con Tristán, ni con
Soledad, ni del todo con María. Ahora le toca a Bosco, quizás el más susceptible
de ser enredado en su tela de araña, porque mientras los demás tuvieron una vida plácida a su lado hasta que descubrieron su doble moral, éste ha llegado a sus manos
después de haber sido arrancado de una vida torturada. Pasar, sin término medio, de una situación de malos tratos a otra de cariño y cuidados, es el mejor caldo de
cultivo para un agradecimiento sin límites. Que al parecer la doña pretende utilizar, no
solo como medio para ahuyentar la soledad, sinó también para conseguir
perpetuarse.
Pero si lo de Alicia con su hijo puede
ser considerado censurable, la tergiversación de los hechos unida a la manipulación
de la doña hacia quien no es más que un niño grande, no sólo es deplorable,
sinó vomitiva.
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