Por fin hoy se ha saldado una deuda que se arrastraba desde
hace meses.
Y me gustaría creer que algo han tenido que ver las protestas de una
parte de l@s espectadores, y que los guionistas finalmente han decidido reparar el olvido del que considero han hecho objeto al personaje de Tristàn.
Tristán ha recibido el merecido
tributo de su familia y sus conciudadanos en
forma de homenaje sentido y precioso. Porque las mejores y más sinceras
demostraciones salen del corazón, y ha quedado patente que Tristán anida en
el de muchos.
Es cierto que no era el único
protagonista, y que el pueblo a veces también sabe ser generoso con sus héroes.
Con todos. Y ha sido como tenía que ser, sin que nada ni nadie desluciera el
acto, y sin que un casposo y manipulador fervor patriótico lo contaminara. Pero
el personaje de Tristán ha sido el principal referente, porque en su caso retrataba
a alguien más que a un patriota. Era el de un hombre de honor, noble, valiente
y decidido, pero también un ciudadano comprometido, un padre amoroso y un
amante entregado. Con defectos, como todo el mundo, pero compensados por sus
muchas virtudes.
Y todos los que realmente le
conocieron así lo han entendido, y así le recuerdan.
Creo que ha sido una escena
realmente emocionante. Aunque es posible que sea por mi poca disimulada pasión por este
personaje, pero creo que han sabido darle el punto de calor y humanidad que
éste se merece, y que podría haber sido un simple trámite de haber intervenido
las autoridades militares. Ya no digo Francisca.
Tristán no ha muerto para quienes
le quisieron y siguen guardando de él un recuerdo imperecedero, además del orgullo de haber formado parte de su vida. Su familia y
amigos siempre le han de llevar en el corazón y, por descontado, no pueden
permitir que su nombre sea utilizado para satisfacer el ego personal de una
mezquina mujer. O de otros, que buscan servirse de un nombre reconocido para
acallar las voces de un pueblo que empieza a dar señales de disgusto hacia sus
gobernantes.
El contraste entre las dos
celebraciones ha sido brutal, aún con el mismo supuesto fin.
Mientras en la plaza se vivía una
escena sin parangón y muy emotiva, los fríos muros de La Casona albergaban un acto frío y forzado,
en el que la incomodidad de los asistentes era manifiesta. Ya no digo de la
doña, que ha visto cómo sus planes (otra vez) se iban por el sumidero. Es
evidente que su ascendente es cada vez menor, y que las amenazas ya no son
suficientes para un pueblo cansado de soportar sus desmanes y su tiranía. Porque
no se puede comprar indefinidamente la voluntad de la gente, y ello ha quedado
demostrado hoy.
Bien merecido el homenaje de ficción y merecido también al actor. Aún encuentro a faltar aquellas escenas que nos dieron Tristán y Martín tan fabulosas, eran lo más, así que me ha encantado se hayan acordado de él y por un día lo antepongan a Pepa.
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