Creando un monstruo

En mi opinión lo están volviendo a  hacer. Estropear un personaje, esta vez incluso antes de que los espectadores hayamos conseguido hacernos con él. 
Me refiero a Bosco.

Ni siquiera debe llegar a un par de meses que sabemos de su existencia y ya se está convirtiendo en alguien de la calaña de Francisca. Soberbio, altivo y tirano, instalado en lo que considera un peldaño más alto que los subordinados que la doña le ha enseñado a ver como sus inferiores. Y emulando, sin ser consciente, a quien tanto sufrimiento le ha procurado en el pasado: Silverio.
De verdad espero que esta situación se reconduzca. Y que ademas pronto salga a la luz la verdadera identidad del chico y su relación con Aurora y Martín. Aunque, más que todo ello, que Francisca descubra que está protegiendo a su nieto. 

De todas maneras puedo entender que la actitud de Bosco es sólo consecuencia de la manipulación a la que lo está sometiendo Francisca, que está consiguiendo hacerse no sólo con su voluntad, sino también con sus instintos primarios, los que cuestan más de controlar y que dan una imagen de salvaje que no se corresponde con el chico. Instintos que, por otra parte, también ha sabido ver Bernarda e intentar utilizar a su favor, aunque no con el resultado esperado.

¡Pobre Bosco! ¡Sentado sobre un nido de víboras, y estando a su merced!

El otro día Rosario dijo algo que ilustra con total claridad la situación de Bosco. Todo lo que toca Francisca acaba emponzoñado, pero con María no lo consiguió porque ésta tenía quien velaba por ella, desde Mariana hasta sus padres. Bosco no tiene a nadie excepto a la doña, con lo que ésta es su referente y no es de extrañar que ni siquiera cuestione sus razones, ni los sentimientos que dice tener por él. Es un chico inocente que ha visto como el mundo se abría ante él y es Francisca quien se lo ha ofrecido, por lo que la gratitud y el sentirse algo más que un mulo de carga pesa más que cualquier otra cosa. Lo que es menos justificable es que se comporte como un salvaje, perdiendo el control de sus actos. Cosa que por otra parte no parece preocupar a la doña, sino más bien que ve como beneficioso para sus planes, como un instrumento para lanzar contra los que desea hacer daño.

Por cierto. Quizás entre tanta mentira Francisca diga alguna cosa que es cierta, pero ni me ha enternecido, ni me he creído ni por un segundo el tema del ramo de salvia. En mi opinión es solo un recurso para ganarse al chico. Y, por descontado, cada vez que se pone el nombre de su hijo Tristán en la boca para mencionar el supuesto cariño que le tenía, se me revuelve algo.

De hecho, en realidad creo que lo que no han conseguido conmigo en cerca de 900 capítulos lo están logrando ahora. La tolerancia hacia este personaje, que hasta el momento me había permitido aguantarla sin más, se está trocando en un fastidio creciente por la que parece su única manera de entender la vida, siempre buscando satisfacer sus ansias de venganza y saciar su rencor. Y ello utilizando siempre a los demás, sin ensuciarse las manos directamente.

Aunque quizás esto no sea del todo cierto, porque está alimentado algo de lo que no creo sea muy consciente. Su seguridad en su poder omnímodo considero que la está volviendo descuidada con Bernarda. No se puede humillar permanentemente a alguien, y esperar que agache la cabeza y no busque resarcimiento.