2 de marzo de 2014

Una pequeña concesión a la nostalgia

No soy amiga de nostalgias,  pero tengo que hacer una confesión. 
Creo que he visto un millar de veces la escena en la que Martín confiesa a Tristàn su verdadera identidad. Y casi podría decir lo mismo de otras tantas escenas preciosas que nos brindaron padre e hijo, no sólo en la primera etapa, si no especialmente en esta segunda, en la que su relación era ya de adultos. Pero no por ello menos bonita, ya que el amor de Tristàn por su hijo no perdió nunca ni un ápice de intensidad, ni aún cuando lo creia muerto. 
Y cuando recuperó a Martín, demostró esto con creces, con su cariño y apoyo incondicional. Tristàn era un buen padre y seguro que habría sido un gran abuelo, que habría disfrutado muchísimo de esta nieta que lleva la sangre de su querida Pepa. Su desaparición prematura (por  motivos que toda/os sabemos) nos ha privado de estas escenas.
Hoy, después de ver un comentario en el mismo sentido de lo que expongo antes, me ha invadido otra vez el recuerdo de este gran hombre que supuso alguien muy importante en la vida de Martín y cuyo legado éste lleva impreso. 
Y , estoy convencida, que Martín sabrá estar a la altura de su padre y darle a su hija el mismo cariño que Tristàn le demostró a él.

1 comentario:

  1. Creo que muchos de nosotros nos sabemos de memoria esta escena! Cuanta razón tienes! Grandes escenas nos dieron padre e hijo! Será casualidad pero el nacimiento de Esperanza también me ha traído a la mente estos momentos entre Tristan y Martín y he pensado como tú que Tristan habría sido un gran abuelo! Precioso comentario y preciosa foto, que recuerdos!!!

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