No sé si Francisca va a claudicar
alguna vez y dar su guerra por perdida, pero el caso es que contra los
sentimientos de los demás no se puede luchar. Cierto que dispone de
mucho poder y dinero para conseguir sus propósitos, pero ante el amor verdadero
nada de ello sirve, ni sus artimañas, ni la apelación a un cariño que a la postre
se ha manifestado que para ella supone una contraprestación y no algo
incondicional. Y no se puede pedir a una persona que quiera por agradecimiento
o por conveniencia, porque que el corazón no funciona de esta manera.
Pero aunque haya sido derrotada, nunca
ha sido capaz de admitirlo, ni siquiera preguntarse si estaba equivocada.
Lo que es evidente es que tanto con sus
hijos como con María lo estaba. Ellos, con sus respectivas parejas, han conseguido
ser felices, a pesar de todo. En el caso de los primeros, de manera efímera
pero intensa. En el segundo igual de intenso, y además con posibilidades de
futuro.
Porque aunque la relación de
Martín y María ahora no depare grandes momentos, exceptuando los siempre preciosos con su hija, sigue siendo una gran historia
de amor que durante meses ha sido el motor de la serie y cuya
situación actual es por la que se ha clamado durante este tiempo. ¿A que se
podía aspirar sino a que esta pareja consiguieran hacer realidad el deseo de
estar juntos y felices, por encima de todo?
Así que sólo se trata de ver el vaso
medio lleno o medio vacío, y he optado por lo primero, con la esperanza de que nos brinden la oportunidad de emocionarnos otra vez con ellos. Que no dudo, ha de llegar.
Sin embargo admito que ya no es
lo mismo y que es posible que no vuelva a serlo, porque ahora son una pareja
que ya no ha de llevar su amor en secreto y que han formado una familia y un
hogar. Pero que aún siguen conservando, incluso aumentado, el amor dulce y
tierno que son capaces de hacer visible en cada ocasión que se les presenta. Esto
no ha cambiado, aunque si lo ha hecho el carácter de ambos y de ello que el de Martín ahora se acerque más al de un hombre
con responsabilidades a sus espaldas y con cierto predicamento por su posición,
que al del chico cuyo único destino era ayudar a sus semejantes. Aunque esto puede
hacerlo de igual manera, incluso con más medios.
Pero quizás porque ya no es lo mismo,
leo con cierta asiduidad comentarios de cómo esta pareja ha ido perdiendo interés
y diluyéndose sus personajes. Es cierto que sus tramas desde hace algunas
semanas son bastante planas, con algún momento ocasional de repunte,
especialmente en la actitud de María, que es quien básicamente centra buena
parte de las críticas por su apocamiento
y poca sangre. Pero que está consiguiendo dejar atrás cada día un poco y así lo está demostrando. Y admito que ha habido momentos en que incluso he dudado de las intenciones de los guionistas con ellos,
básicamente porque el progreso ha sido de lo más lento y largo.
Pero, como he dicho antes, están donde
se porfió para que llegaran.
Aunque siempre puede estropearse. Y más en este maldito pueblo.
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