27 de marzo de 2014

¿Último intento?

He de decirlo.
Tengo claro el poder de los caciques en la sociedad de 1921, pero me revienta que alguien como Francisca, que representa lo más rancio de la burguesía de la época y el retrato más fiel de la tiranía de la clase llamada pudiente, pueda disponer a su antojo de la vida y el futuro de las personas. Aunque es cierto que desgraciadamente el poder y la influencia del dinero tampoco es algo que haya perdido actualidad, y aún hoy salta periódicamente a las páginas de los periódicos.
De igual modo no me cuadra que encima tenga que merecer agradecimiento o que, de alguna manera, sea necesario buscar su aprobación para temas que no tendrían que trascender del ámbito familiar y no le atañen directamente. Aunque en realidad esta afirmación, y en este caso, tampoco sería correcta. Ya que sí se trata de su familia, aunque ella no la reconozca. Y, por supuesto, sin que esto tampoco dé prebendas para que, ni ella ni nadie, tengan derecho a entrometerse.   
Pero no quería hablar de Francisca sino de María.
No sé si reprobarla o justificarla. En realidad lo que le ha dicho a Martín tiene algo de razón y es al mismo tiempo sorprendente, porque da una dimensión más allá de lo que ha sido siempre la relación con su madrina. En este caso ha visto la practicidad y el hecho de que teniendo a Francisca de su lado podrían sacar beneficio para acallar las habladurías de la gente.
Aunque también hay la otra parte. Los sentimientos que aún le inspira la mujer que ha sido su referente prácticamente toda su vida y de la que no consigue desapegarse a pesar de los desencuentros continuos. Unido a la compasión que le produce la situación de ésta que, también hay que decirlo, Francisca se ha buscado voluntariamente por no ser capaz de dar su brazo a torcer.
Y si, María ha madurado, pero parece que aún conserva un halo de inocencia y la pierde su buen corazón. Muestra de ello es el desencuentro con Martín que ha provocado la decisión de invitar a su madrina al bautizo, aunque al menos esta vez no ha obrado por su cuenta y riesgo y se lo ha hecho saber antes de dar el paso. Y, como no podría ser de otra manera, Martín ha respondido en primera instancia como es lo lógico. Aunque él si es capaz de ceder para complacer a la mujer en torno a la que ahora gira su existencia.
Bueno, en torno a ésta y a su hija.  

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