22 de marzo de 2014

La atracción de dos polos opuestos

Siguiendo la estela de comentarios recientes y especialmente del notable cambio que ha experimentado la pareja Conrado y Aurora, me he decidido a intentar hacer una reflexión del porqué esta relación despierta tantas expectativas.
Es una obviedad decir que cada persona es única y especial. Así que afirmar que los componentes de esta pareja tienen rasgos distintivos propios, no es decir nada que no sea manifiesto y notorio. Y por esto mismo discrepo de quienes piensan que podrían tener similitudes con los personajes de Pepa y Tristán. Yo no lo creo así, porque Conrado y Aurora tienen una propia y marcada personalidad por separado, y juntos hacen una pareja de todo menos convencional, ni comparable con ninguna otra. 
Por descontado no pretendo de ninguna manera ningunear a los primeros, ni dejar de lado a la pareja de Martín y María, que han conseguido poner a PV como un referente entre las series. Tampoco voy a negar mi debilidad por éstos y mi deseo de que sigan siendo los protagonistas de una historia de amor que parece que empieza a tener posibilidades de futuro.
Pero centrándome en Aurora y Conrado.
Aunque no siempre puede parecer creíble que una chica de diecisiete años consiga salir airosa de situaciones que por su edad tendrían que sobrepasarla, lo cierto es que ya es toda una mujer, madura, fuerte, independiente y que sabe cuidar de sí misma. Que no calla lo que le dicta su corazón, no esconde sus sentimientos y comparte sus cuitas con sus seres queridos. Y aunque se deja aconsejar, al final acaba actuando siguiendo su intuición y a impulsos de lo que considera que debe hacer a cada momento, sin importarle las consecuencias, ni rindiéndose fácilmente. Educada en un colegio elitista, y destinada a ser una señorita al estilo tradicional, no ha tomado de ello más que sus ansias de saber y una amplia cultura que, por ejemplo, le permite recitar a los clásicos o conocer varios idiomas, pero que no le impide arremangarse para trabajar.  Lo que la convierte en una chica atípica y con una mentalidad muy avanzada a su tiempo.
Conrado tampoco se queda atrás. Es un hombre íntegro, inteligente, cultivado y con un carácter fuerte e independiente. También arrojado y que siempre va de cara, sin amilanarse, ni rehuir el enfrentamiento ni la defensa a ultranza de sus convicciones. Pero que a pesar de ser de natural generoso y solidario, no gusta que invadan su espacio y es celoso de su intimidad. Lo que en consecuencia le convierte en una persona solitaria, hosca y con pocos amigos de verdad, sólo los que son capaces de verle como es realmente. Y si bien algunos rasgos de la primera parte no lo diferencian tanto de otros hombres como Martín o Alfonso, lo segundo si lo hace, aunque esta vez en negativo. Sin embargo, cuando alguien consigue traspasar sus defensas, se encuentra con una persona muy distinta de la que permite que los demás crean. También es posible que hasta ahora hayan influido en su carácter los sentimientos de culpa por lo que ya sabemos del derrumbe de la presa y de lo que, estoy convencida, no tiene ninguna responsabilidad.
Dos caracteres tan potentes, una vez juntos tienden a constituir una mezcla explosiva, que si bien llena de matices que son comunes a las otras parejas, en ellos toman un cariz potente ya desde el principio. La sinceridad mutua, la confianza ciega en el otro,…También el sentido de igualdad entre hombres y mujeres que en Conrado hace situar a Aurora en su mismo plano y la importancia que tiene para él el bienestar y la felicidad de la chica,.... Pero especialmente el amor visto desde la madurez y experiencia de él frente al descubrimiento de sentimientos desconocidos para ella o el sentido de protección de Conrado hacia la que ya es “su” mujer frente a la inocente inconsciencia de la chica.
En definitiva, dos personas diferentes pero al mismo tiempo tan complementarias, que sólo puede existir un destino para ellos, como sucede con los polos opuestos: el de atraerse sin remedio. Y hacer que esto que ya va creciendo y madurando entre ellos, constituya el embrión de lo que puede suponer con el tiempo otra hermosa historia de amor.

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