Sólo desde la ingenuidad se podría comprender que María persista
en su empeño en acercar posiciones con su madrina. Bueno, esto y su buen
corazón, que aún es capaz de albergar sentimientos hacia una
mujer que no ha dudado en dejarla de lado cuando ha osado contradecirla y
romper las normas.
Para Francisca esto no es perdonable.
Ni conveniencias sociales, ni un estatus social, ni unos
apellidos, ni una moral de cara a la galería, han
podido impedir que María hiciera caso a su corazón y eligiera. Y no ha sido
vivir con una cierta tranquilidad al cobijo del poder, sino que ha escogido el
camino del amor. Pero ha sido al precio de dejar atrás su
pasado, en el que ahora está incluida una
mujer que reniega de ella. Que haciendo caso omiso a sus más que
evidentes deseos, es incapaz de dar su brazo a torcer, cegada por un rencor más
poderoso que cualquier otro sentimiento.
María se va a dar a bruces con una situación que parece que
ya va asumiendo. Y por si acaso tenía alguna esperanza de reconciliación,
ha podido acabar de convencerse que lo que han dicho durante tanto tiempo y no
quería creer, se ajusta a la realidad. Su madrina es implacable con los que no
siguen el camino que ella les marca.
Aunque
a favor de María he de decir que si bien puede tener aún un punto de ingenua,
ha perdido por el camino la parte de inocente y sumisa. Ha quedado en evidencia
que no va a dejar que nadie estropee su actual felicidad, aunque sea a costa de
sufrir una decepción con la mujer que ha sido su referente desde niña. Sin embargo no hay mal que por bien no venga, porque gracias a ello María al fin está
descubriendo a su familia de verdad.
La
soledad de la doña es cada vez más evidente, unido a que su propia hija también
va a dejarla con toda seguridad.
Y así lentamente
Francisca se va acercando al abismo que ella misma está cavando de
manera consciente. Aunque aparentemente no parece importarle,
así como la falta de cualquier sentimiento de cercanía con nadie. En
realidad ya lo ha dicho en más de una ocasión: “el amor no es importante”, y
parece que, como un mantra, se lo está repitiendo continuamente a sí misma. A
pesar de que estoy convencida que, en el fondo y como todo el mundo, ansía
sentir el cariño de alguien.
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