17 de marzo de 2014

El dolor del recuerdo

¿Es egoísmo detenerse un momento a pensar en una misma? ¿Es envidia contemplar la felicidad de los demás y desear poder sentir la misma sensación? Siempre que no pase de ahí , no creo que sea mala ni una cosa ni otra. Y mucho menos en el caso de Candela, nada sospechosa de procurar para ella misma y de dejar de lado a los demás.
Pero creo que es ahora, cuando hay motivos de celebración en personas que le son cercanas y que una cierta alegría inunda la casa, cuando vuelve a ser consciente de lo que ha sido su vida y de que a pesar de que aún es joven, ha perdido muchas cosas por el camino. Demasiadas.
Y es posible que sea también en este momento cuando siente más la soledad. No es que lo esté en el sentido estricto del término, ni que la gente que la rodea no la quieran y no la tengan en cuenta, pero en realidad Candela, sin Tristán a su lado, pienso que puede llegar a sentirse una intrusa en la casa. Aunque sé que a estas alturas un sentimiento de este tipo estaría fuera de lugar, que Martín y Aurora la consideran casi como una madre, y los demás como alguien de la familia, por lo que lo más seguro es que sea sólo una interpretación errónea por mi parte. 
También es cierto que en Candela estos sentimientos hacia los chicos son recíprocos y que los quiere como lo haría una madre,  defendiéndolos y cuidando de ellos. Cariño que hace extensivo al resto de la familia, en especial a María y Esperanza. 
Pero al verla ausente y triste , no he podido evitar pensar que hay algo de lo que he dicho anteriormente, cuando lo lógico sería que disfrutara de la alegría que reina en el que ahora es su hogar. 
Reconozco que tampoco es el mejor momento para pedir a los demás que vean esta situación, cuando todos, en mayor o menor medida, tienen sus propios problemas y mucho más acuciantes, exceptuando quizás Rosario. Y supongo que Candela tampoco va a dejar que se aperciban de ello. Pero puedo entenderla, especialmente cuando ve a la pequeña en brazos de sus padres o el amor que se profesan Martín y María. Son momentos dulces que ella también ha tenido, y cuyo recuerdo nunca dejará de ser bonito y doloroso al mismo tiempo. 
Sólo espero que esto sea un recurso para sacar al personaje de su actual ostracismo. Sus tramas se han ido diluyendo y sólo ocasionalmente goza de algún protagonismo. Y creo que la magnífica actriz que es Aida merece algo más. 

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