21 de agosto de 2014

Una medalla providencial

Supongo que, como me sucedió a mí, a much@os les pareció cuando menos raro, por no decir sorprendente, el hecho que una persona como Emilia, nada sospechosa de tener sentimientos religiosos, decidiera regalar nada menos que una medalla de un santo, por mucho que sea el patrón del pueblo. Y que además los destinatarios fueran su esposo, que es posible que sea algo creyente, aunque no muy dado a hacer ostentación de ello y menos en forma de colgante al cuello, mientras que el otro, su padre, es un ateo declarado. Naturalmente no creo que Raimundo desprecie el regalo, más que nada porque es algo proveniente de su hija y hecho con todo el cariño, pero no que vaya más allá de meterlo en un cajón y olvidarse de él. No veo a Raimundo con el colgante al cuello y menos para recordar a su pueblo. Para ello no hacen falta imágenes de un santo, porque las vivencias se llevan en el corazón y sus lazos con PV son sólidos y para siempre. El hombre ha dejado allí a toda su familia y a la mujer que ha representado lo más importante de su vida, además de sus dos hijos fallecidos, por lo que su cuerpo puede estar en Fuerteventura, pero su corazón estoy segura que sigue anclado para siempre en este pueblo remoto de Castilla.
Finalmente el motivo del regalo ha quedado claro, aunque naturalmente no creo que ni por lo más remoto se le haya pasado por la cabeza a alguien que estuviera destinado a ser un objeto antibalas, como ha sido su función.
Al respecto de la escena del disparo, hay algunas cosas que me chirrían. La única reacción que considero normal es la de Rosario, hecha un basilisco y reprochando a Mariana sus silencios y su poca confianza en su familia. Por lo que respecta a Alfonso, entiendo que quiere a su hermana, pero creo que después de haber recibido un disparo de ella que podía haber acabado con su vida, lo menos era ponerse algo duro y no aceptar unas explicaciones atolondradas y a todas luces para salir del paso. No se dispara a nadie así por las buenas, ni que sea un ladrón. Pero lo peor es precisamente lo de Mariana. ¿Dónde está la chica que conocimos, a la que se le suponía una dureza y un valor que se ha esfumado? Cuesta entender que sea incapaz de sincerarse con nadie, cuando estoy segura que tod@s sabrían entender sus razones y ayudarla. Como también es difícil entender que se haya replegado en sí misma, dejándose vencer por el temor y viviendo en un continuo sobresalto, y todo ello solo por las amenazas de una simple mujer mayor. ¿Qué podría hacerle esta? ¿Explicar a todos lo que pasó en la cárcel? Es su palabra contra la de Mariana y ¿a quién iba a creer la gente?
Vale, ya sé que es una trama y que no hay que darle más vueltas. Pero lo cierto es que me disgusta que estropeen, de alguna manera, a este personaje que hasta ahora había dado muestras sobradas de su valor y entereza.

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