Parece que, en esta serie, seguir
al corazón solo es aplicable en algunos casos y para algunas personas. Si bien
es cierto que también hay que tener en cuenta la razón. Y, tanto en la ficción
como en la vida real, a veces las dos cosas pueden ir por caminos separados y
es difícil encontrar un punto de unión, así como lo es tomar la decisión
correcta de seguir uno u otro cuando no hay alternativa. Y también es verdad
que ello puede hacer vulnerable hasta cierto punto a una persona, pero no creo
que sea nada malo tener sentimientos y trasladarlos a otros. Y además seguir la
fuerza de éstos. Porque el amor o el cariño jamás pueden ser, como dice Francisca,
algo dañino, ya que es de una de las mejores cosas que puede llegar a
satisfacer el alma humana, jamás un sentimiento que se haya que alejar como un
estorbo.
En realidad pienso que la doña es
una cobarde, porque lo que realmente le impide dejarse llevar por los sentimientos
es el miedo a sufrir. Por supuesto nadie quiere pasar por esto último, y menos
si es posible soslayarlo, pero a veces las circunstancias frustran este deseo y
hay que aceptar el destino, intentar amortiguar el golpe y dejar que el tiempo
cure las heridas. También es verdad que Francisca ha padecido en su vida, y que
se vió forzada a tomar la decisión de renunciar al amor verdadero. Y puede que los
años de sufrimiento posteriores provocaran que al final su corazón sucumbiera y
acabara tan maltrecho que, una vez liberada de ataduras, no fuera capaz de volver
a sentir, hacer algo por si misma e intentar superar su situación. Más bien llevada
por este mismo miedo a padecer, creo que dejó que el temor la corroyera,
llevándola además a culpar al mundo de sus padecimientos y alimentando un resentimiento
que la lleva a arremeter contra todo aquel o aquella que se atreven a
cuestionarla. Acrecentado ahora con el miedo a la soledad, que paradójicamente
ella misma se ha procurado.
Pero las personas también tenemos
la opción de enmendar nuestros errores, y nada de lo anterior justifica la
actitud de la doña. Otras personas han padecido lo mismo o peor y han
encontrado la manera de salir de esta espiral, pero Francisca no ha sabido o no
ha querido hacerlo, optando por otro camino: utilizar su poder para no volver a
caer en el sufrimiento. Aunque lo que está consiguiendo es exactamente lo que
quiere evitar. Porque el cariño no se puede comprar, es generoso y altruista y
se da sin contrapartidas, algo que la doña parece no entender.
Aun así es posible que en algún lugar
recóndito aún albergue sentimientos, necesidad de querer y ser querida, por
otra parte algo que es incapaz de reconocer ni ante ella misma y mucho menos
ante los demás. Solo algunas personas han podido ver algún atisbo de ello. Como
Bosco, que ha podido ser testigo del punto de ternura que Francisca ha dejado
escapar con la mención a Raimundo, calificándolo como la persona más importante
que ha pasado por su vida. Aunque ello haya sucedido en un momento de debilidad,
que enseguida ha rectificado.
Por todo ello, y en definitiva,
sigo pensando que, aunque a veces parece que la doña se ha ablandado, no creo
que tenga redención posible. Porque siempre acaba saliendo a la luz la
verdadera Montenegro, la despiadada, falta de escrúpulos, rencorosa y vengativa Francisca, incapaz de
sentir la más mínima empatía por nadie, ni siquiera por los de su propia sangre.
Cierto que ahora Bosco es el motivo de sus desvelos, y el cariño casi enfermizo
que le prodiga quizás tenga algo de verdadero sentimiento, pero tampoco no ha sido
puesto a prueba. Veremos cuando suceda, si es que ello llega a pasar, si con él
podrá superarlo.
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