17 de agosto de 2014

Seguir al corazón

Parece que, en esta serie, seguir al corazón solo es aplicable en algunos casos y para algunas personas. Si bien es cierto que también hay que tener en cuenta la razón. Y, tanto en la ficción como en la vida real, a veces las dos cosas pueden ir por caminos separados y es difícil encontrar un punto de unión, así como lo es tomar la decisión correcta de seguir uno u otro cuando no hay alternativa. Y también es verdad que ello puede hacer vulnerable hasta cierto punto a una persona, pero no creo que sea nada malo tener sentimientos y trasladarlos a otros. Y además seguir la fuerza de éstos. Porque el amor o el cariño jamás pueden ser, como dice Francisca, algo dañino, ya que es de una de las mejores cosas que puede llegar a satisfacer el alma humana, jamás un sentimiento que se haya que alejar como un estorbo. 
En realidad pienso que la doña es una cobarde, porque lo que realmente le impide dejarse llevar por los sentimientos es el miedo a sufrir. Por supuesto nadie quiere pasar por esto último, y menos si es posible soslayarlo, pero a veces las circunstancias frustran este deseo y hay que aceptar el destino, intentar amortiguar el golpe y dejar que el tiempo cure las heridas. También es verdad que Francisca ha padecido en su vida, y que se vió forzada a tomar la decisión de renunciar al amor verdadero. Y puede que los años de sufrimiento posteriores provocaran que al final su corazón sucumbiera y acabara tan maltrecho que, una vez liberada de ataduras, no fuera capaz de volver a sentir, hacer algo por si misma e intentar superar su situación. Más bien llevada por este mismo miedo a padecer, creo que dejó que el temor la corroyera, llevándola además a culpar al mundo de sus padecimientos y alimentando un resentimiento que la lleva a arremeter contra todo aquel o aquella que se atreven a cuestionarla. Acrecentado ahora con el miedo a la soledad, que paradójicamente ella misma se ha procurado.
Pero las personas también tenemos la opción de enmendar nuestros errores, y nada de lo anterior justifica la actitud de la doña. Otras personas han padecido lo mismo o peor y han encontrado la manera de salir de esta espiral, pero Francisca no ha sabido o no ha querido hacerlo, optando por otro camino: utilizar su poder para no volver a caer en el sufrimiento. Aunque lo que está consiguiendo es exactamente lo que quiere evitar. Porque el cariño no se puede comprar, es generoso y altruista y se da sin contrapartidas, algo que la doña parece no entender.
Aun así es posible que en algún lugar recóndito aún albergue sentimientos, necesidad de querer y ser querida, por otra parte algo que es incapaz de reconocer ni ante ella misma y mucho menos ante los demás. Solo algunas personas han podido ver algún atisbo de ello. Como Bosco, que ha podido ser testigo del punto de ternura que Francisca ha dejado escapar con la mención a Raimundo, calificándolo como la persona más importante que ha pasado por su vida. Aunque ello haya sucedido en un momento de debilidad, que enseguida ha rectificado.
Por todo ello, y en definitiva, sigo pensando que, aunque a veces parece que la doña se ha ablandado, no creo que tenga redención posible. Porque siempre acaba saliendo a la luz la verdadera Montenegro, la despiadada, falta de escrúpulos, rencorosa y vengativa Francisca, incapaz de sentir la más mínima empatía por nadie, ni siquiera por los de su propia sangre. Cierto que ahora Bosco es el motivo de sus desvelos, y el cariño casi enfermizo que le prodiga quizás tenga algo de verdadero sentimiento, pero tampoco no ha sido puesto a prueba. Veremos cuando suceda, si es que ello llega a pasar, si con él podrá superarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario