“Devastado. Igual que nuestras
tierras, nuestros proyectos y nuestros sueños”.
Entiendo los sentimientos de
Martín. Después de trabajar con denuedo para traer el progreso al pueblo, ha de ver como todas
sus ilusiones y las de sus conciudadanos se van al traste. Más después de
concluir que además de tratarse de algo provocado, tiene otras connotaciones
que le afectan directamente.
Es cierto que desde el primer
momento no ha tenido dudas de que la riada no había sido un hecho natural. Como él mismo
ha dicho, cuatro hileras de piedra no se desplazan así como así, por lo tanto
es evidente que la mano del hombre ha intervenido en ello, con un fin de
destrucción. Y no ha tardado en encontrar evidencias de sus sospechas. Pero lo
que no creo que esperara es que éstas le llevaran también a encontrar una relación
con el intento de impedir su boda, y la profanación de la iglesia.
Son demasiadas cosas para
permanecer impasible. Y me alegra ver que, de alguna manera vuelve el chico que
llegó hace dos años al pueblo. Mucho más maduro, y ahora con muchas responsabilidades
que le obligan a ser cauto, no ha perdido por ello su natural predisposición a
no rendirse ante las dificultades y a intentar llegar al fondo de la cuestión.
Otra cosa es que la falta de pruebas le impida llegar más lejos. De hecho, y
muy a mi pesar, coincido con María, Pedro y D. Anselmo, que un pañuelo, por muy
peculiar que sea, no es suficiente. Y aun sabiendo que el propietario del mismo
es Bosco, sin algo más concluyente es imposible relacionar a éste con los
desmanes acaecidos.
Sólo espero que esta vez Martín no
se deje convencer y siga adelante, aunque entiendo que no le va a ser fácil. Ahora se lo ha tomado como un deber con su familia, con su pueblo y con él
mismo. Sin embargo la única opción que creo que tiene en este momento es la de
estar vigilante y esperar que alguien cometa un error. Porque todo el mundo es susceptible
de cometerlos, y más si se cree impune como sucede con Francisca. Otra cosa es
que consiga además hacer que la justicia recaiga sobre ella, a la que ya sabe
es la causa de los desmanes presentes y pasados que le han afectado a él y a su
familia.
Martin además tiene muchos
aliados. Los últimos en incorporarse Fe y Mauricio. Sin comprometerse
abiertamente, ambos han demostrado que se puede ser fiel a su ama y, en el caso
del capataz, también fiel a unos principios que cada vez se muestran más
abiertamente y que le hacen cuestionar la actitud de Francisca y su protegido. En
el caso de Fe ni siquiera es necesario que lo muestre, porque en este tiempo ha
quedado más que en evidencia que es tal como siente, un alma pura, generosa y
sin dobleces, que no duda en escoger el bando correcto.
Por cierto, creo que debe haber
sido la primera ocasión en la que Marta y Jordi estaban en la
misma escena.
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