6 de agosto de 2014

Desenmascarando a los culpables

Creo que ya se ha visto esta escena, o algo parecido, infinidad de veces, y nunca ha ido más lejos que la formulación de una amenaza. Ya sucedía en la época de Tristán y ahora vuelve a pasar con Martín. No digo que la firme determinación de llevarla hasta las últimas consecuencias no exista, pero la experiencia y los capítulos que llevo a mis espaldas me dicen que siempre hay algo que acontece y que pasa a convertirse en una prioridad, con lo que este tema vuelve a quedar en segundo plano o a perderse directamente en el infinito. Aunque como en todo, también puede haber una primera vez o que las cosas sean diferentes. Por ello espero que en esta ocasión no caiga en saco roto y que la doña deje de gozar de la impunidad de la que hasta ahora ha hecho gala.
Lo que es cierto y tengo que admitir, es que todavía nadie ha podido pillarla en un descuido. Sabe muy bien como cubrirse las espaldas y no dejar rastro de sus desmanes, por lo que encontrar algo que la relacione con lo sucedido es tarea ardua y difícil, por no decir casi imposible. Jamás deja testigos, o cuida muy bien de mantenerlos con la boca cerrada. Por lo que, por ejemplo en el tema de la presa, veo muy complicado que Martín consiga ir más lejos del punto en el que está, aún con la certeza de la autoría de los hechos. De nada le valdrá amenazar, ni hacer saber a la doña y a Bosco que conoce su participación en los hechos, si no puede apuntalarlo con pruebas irrefutables.   
De todas maneras hay que reconocer que estas escenas dan una cierta vidilla a la serie. Porque además tienen otras connotaciones, ya que los lazos que unen a los personajes están muy presentes. No se trata de una discusión solo entre una malvada bruja, su acólito y una víctima de sus desmanes, sino que subyace el desencuentro entre una abuela y su nieto que han roto todos sus lazos, como en el pasado sucedió con el otro hombre de la casa y padre de Martín: Tristán. Y a lo que ahora hay que añadir el tercer factor: el hermano enfrentado a sus hermanos, empujado precisamente por esta abuela desalmada que todos desconocen que comparten.
Esta abuela que está convirtiendo a un ser noble e inocente, en una maquina inanimada que sólo ve, oye y siente a través de su voluntad. Algo que Martín ha podido constatar y que ya intuye como un nuevo peligro.

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