Ahora ya se sabe quién va a pagar
los fastos de la boda de Bosco y Amalia y la carísima diadema de ésta. Parece
que hay cosas que no cambian ni aunque pasen mil años, y lo que sucede en la
actualidad también pasaba en 1921 y seguro que desde tiempo inmemorial. Los que
tienen mucho se aprovechan de ello para esquilmar a los que menos tienen, y si éstos no pueden hacerle frente o se rebelan, la alternativa es muy clara. Poco
importa la situación en la que se encuentre quien lo padece, porque los
poderosos (ahora se llaman también bancos) siempre tienen la razón y las armas para
hacerla valer.
De todas maneras, y aunque me
cueste entender como puede ser tan maquiavelica, creo que no es ninguna casualidad que la doña haya
decidido aumentar los alquileres al mismo tiempo que Bosco se proponía
compartir su supuesta alegría con el pueblo. Y lo lamento por él, porque creo
que sinceramente deseaba un acercamiento, no por motivos egoístas sinó que realmente
le gustaba la idea. Algo que es evidente que Francisca no desea que suceda.
En realidad cada día que pasa se
muestra más diáfanamente la ingenuidad del chico. Porque ya no se trata solo de
que la doña le manipule a su antojo, sinó que además que éste se haga películas que
no son, ya que tiene un hándicap importante que parece no tener lo suficiente
en cuenta. La gente del pueblo no se va a acercar a él sinó con recelo o por
fuerza, porque todos lo saben el perrito faldero de la Montenegro. Todos han
podido comprobar que casi nada de lo que hace o dice es por su propia voluntad,
ya que siempre acaba asomando en sus palabras Francisca. Y este nombre ya está
asociado para siempre a lo peor.
Lentamente Bosco va cayendo en la
trampa que le ha tendido su abuela, pero sin que él se aperciba. Tampoco lo
considero del todo culpable, pues casi siempre se olvida (probablemente debido
a su aspecto mucho más mayor) que es un chico muy joven que conoce poco de la
vida y, en consecuencia más manipulable, especialmente porque ahora recibe el
cariño que durante tanto tiempo le ha sido negado. Pero que si es lo suficiente
mayor para ver las cosas y no permitir que le manipulen como lo hacen. Y, por
descontado, considero un enorme error (¿cuánto hace que llegó al pueblo el
chico salvaje y sin educación?) que ya le hayan casado y cargado con esta
responsabilidad y la de la finca, cuando ni siquiera ha empezado a disfrutar de
la vida. Así como que también tenga un hijo en camino con otra mujer, aunque él
lo desconozca. ¿No es correr mucho?
Por cierto, también pienso que
probablemente se podría entender este deseo de estar con la gente, porque en el
fondo se siente muy solo. Si es cierto que Mauricio es cada vez más el hombro
en el que se apoya, pero al fin y al cabo éste no es más que un sirviente con
el que ocasionalmente comparte confidencias. Quizás ahora mismo lo que para él
es lo más parecido a un amigo, algo de lo que carece, y mucho menos de alguien de su edad.
Pero la doña le tiene atado en
corto, y es evidente que no desea que se relacione con nadie, con la excusa de
las clases sociales. Su temor a perderle (que más bien es una obsesión
enfermiza) está haciendo un daño que puede llegar a ser irreversible en el chico.
¿Cuándo va a tardar éste en abrir
los ojos y darse cuenta de lo que pasa a su alrededor?
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