28 de noviembre de 2014

Un ingenuo superlativo

Ahora ya se sabe quién va a pagar los fastos de la boda de Bosco y Amalia y la carísima diadema de ésta. Parece que hay cosas que no cambian ni aunque pasen mil años, y lo que sucede en la actualidad también pasaba en 1921 y seguro que desde tiempo inmemorial. Los que tienen mucho se aprovechan de ello para esquilmar a los que menos tienen, y si éstos no pueden hacerle frente o se rebelan, la alternativa es muy clara. Poco importa la situación en la que se encuentre quien lo padece, porque los poderosos (ahora se llaman también bancos) siempre tienen la razón y las armas para hacerla valer.
De todas maneras, y aunque me cueste entender como puede ser tan maquiavelica, creo que no es ninguna casualidad que la doña haya decidido aumentar los alquileres al mismo tiempo que Bosco se proponía compartir su supuesta alegría con el pueblo. Y lo lamento por él, porque creo que sinceramente deseaba un acercamiento, no por motivos egoístas sinó que realmente le gustaba la idea. Algo que es evidente que Francisca no desea que suceda.   
En realidad cada día que pasa se muestra más diáfanamente la ingenuidad del chico. Porque ya no se trata solo de que la doña le manipule a su antojo, sinó que además que éste se haga películas que no son, ya que tiene un hándicap importante que parece no tener lo suficiente en cuenta. La gente del pueblo no se va a acercar a él sinó con recelo o por fuerza, porque todos lo saben el perrito faldero de la Montenegro. Todos han podido comprobar que casi nada de lo que hace o dice es por su propia voluntad, ya que siempre acaba asomando en sus palabras Francisca. Y este nombre ya está asociado para siempre a lo peor. 
Lentamente Bosco va cayendo en la trampa que le ha tendido su abuela, pero sin que él se aperciba. Tampoco lo considero del todo culpable, pues casi siempre se olvida (probablemente debido a su aspecto mucho más mayor) que es un chico muy joven que conoce poco de la vida y, en consecuencia más manipulable, especialmente porque ahora recibe el cariño que durante tanto tiempo le ha sido negado. Pero que si es lo suficiente mayor para ver las cosas y no permitir que le manipulen como lo hacen. Y, por descontado, considero un enorme error (¿cuánto hace que llegó al pueblo el chico salvaje y sin educación?) que ya le hayan casado y cargado con esta responsabilidad y la de la finca, cuando ni siquiera ha empezado a disfrutar de la vida. Así como que también tenga un hijo en camino con otra mujer, aunque él lo desconozca. ¿No es correr mucho?
Por cierto, también pienso que probablemente se podría entender este deseo de estar con la gente, porque en el fondo se siente muy solo. Si es cierto que Mauricio es cada vez más el hombro en el que se apoya, pero al fin y al cabo éste no es más que un sirviente con el que ocasionalmente comparte confidencias. Quizás ahora mismo lo que para él es lo más parecido a un amigo, algo de lo que carece, y mucho menos de alguien de su edad.
Pero la doña le tiene atado en corto, y es evidente que no desea que se relacione con nadie, con la excusa de las clases sociales. Su temor a perderle (que más bien es una obsesión enfermiza) está haciendo un daño que puede llegar a ser irreversible en el chico. 
¿Cuándo va a tardar éste en abrir los ojos y darse cuenta de lo que pasa a su alrededor? 

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