Creo
que, en justicia, tendría que dedicar más tiempo a los personajes secundarios
de la serie. Al fin y al cabo, sin ellos no tendría sentido la misma.
Aunque en realidad, aparte de que éstos merecen igual atención que los que se supone protagonistas, hablar de los últimos es básicamente reiterarse en lo mismo una y otra vez. Pocas cosas cambian, excepto ligeras modificaciones en algunas escenas, pero que repiten lo consabido: la maldad sin límites de la doña y su irracional rencor hacia sus nietos Martín y Aurora, los manejos de Bernarda (que parece tocan a su fin), los vaivenes en la actitud de Bosco, que en este momento engaña al mismo tiempo a dos mujeres y de paso se engaña a sí mismo, el comportamiento errático de Aurora, que aunque atribuible en parte a las drogas que le suministran, también tiene razón de ser en su actual actitud aparentemente poco dispuesta a aceptar consejos, el escaso protagonismo de Conrado, siempre sujeto a otras personas y sin apenas trama propia (por cierto, me ha gustado como se ha impuesto a Aurora en el tema del médico. Aunque ello pueda parecer una actitud machista, que creo anda muy lejos de serlo)….Y todo ello unido a la poca visibilidad de María y al incierto destino de Martín. De Inés mejor ni hablar, pues su único cometido parece ser ahora mismo el de hacer que la cocina de La Casona recupere el ambiente lúgubre que parecía haberse perdido con la irrupción de Fe en esta estancia. Y de paso hacer que la vitalidad y la alegría de esta doncella dicharachera e irreverente se vea mermada por la preocupación hacia una compañera que un día está vivaz (los menos) y al siguiente anda arrastrándose por los rincones alicaída y triste. Ya no digo a partir de ahora, cuando ya se dan los primeros síntomas de una situación que va a suponer una grave complicación adicional.
Aunque en realidad, aparte de que éstos merecen igual atención que los que se supone protagonistas, hablar de los últimos es básicamente reiterarse en lo mismo una y otra vez. Pocas cosas cambian, excepto ligeras modificaciones en algunas escenas, pero que repiten lo consabido: la maldad sin límites de la doña y su irracional rencor hacia sus nietos Martín y Aurora, los manejos de Bernarda (que parece tocan a su fin), los vaivenes en la actitud de Bosco, que en este momento engaña al mismo tiempo a dos mujeres y de paso se engaña a sí mismo, el comportamiento errático de Aurora, que aunque atribuible en parte a las drogas que le suministran, también tiene razón de ser en su actual actitud aparentemente poco dispuesta a aceptar consejos, el escaso protagonismo de Conrado, siempre sujeto a otras personas y sin apenas trama propia (por cierto, me ha gustado como se ha impuesto a Aurora en el tema del médico. Aunque ello pueda parecer una actitud machista, que creo anda muy lejos de serlo)….Y todo ello unido a la poca visibilidad de María y al incierto destino de Martín. De Inés mejor ni hablar, pues su único cometido parece ser ahora mismo el de hacer que la cocina de La Casona recupere el ambiente lúgubre que parecía haberse perdido con la irrupción de Fe en esta estancia. Y de paso hacer que la vitalidad y la alegría de esta doncella dicharachera e irreverente se vea mermada por la preocupación hacia una compañera que un día está vivaz (los menos) y al siguiente anda arrastrándose por los rincones alicaída y triste. Ya no digo a partir de ahora, cuando ya se dan los primeros síntomas de una situación que va a suponer una grave complicación adicional.
Una razón más para dirigir la
vista a otros protagonistas es el tema del romanticismo. Empezando por Raimundo
y Francisca, una y otra vez se ha vendido este tema como eje central de la serie.
Pero con un par de notables excepciones, y después de sudar sangre, sudor y
lágrimas, solo han alcanzado su objetivo
Tristán y Pepa, y Martín y María. Y no por razones de justicia, o porque
hubiera llegado el momento que les tocara ser felices, sinó más bien por temas
ajenos a la serie, como es la marcha del actor o actriz. Las demás parejas que en
su momento se han postulado por parte de los responsables de la serie como “la
historia más grande jamás contada” (más o menos), o siguen estancadas y así
parece que van a seguir un tiempo más, o ya han nacido con serias dudas sobre
su viabilidad. Así que casi es obligado girar la vista a las que si ofrecen ahora
mismo esta visión: Emilia y Alfonso, Mariana y Nicolás y Quintina e Hipólito. Incluso
Pedro y Dolores, aunque con matices. Y en el futuro espero poder añadir a esta
lista a Fe y Mauricio (aunque esto ni siquiera haya empezado a andar).
Y otra razón puede ser el poco aprovechamiento
profesional que se hace de unos magníficos actores y actrices que están ahí,
pero con escasa repercusión. Adelfa,
Aida, Mario, Ramón,.. han pasado a defender los que casi acaban siendo personajes de relleno, con escasos
minutos de pantalla y sin trama propia.
Por cierto, y como he dicho
anteriormente, he de corregir una injusticia por mi parte. Creo que ni siquiera
he hecho mención en ningún post al regreso de Raimundo. Y si bien es posible
que de momento su vuelta no aporte mucho, vista la apatía y el poco interés que
demuestra, espero que sepan sorprendernos con algo interesante. De momento ya
le tenemos de maestro, en una lucha de voluntades con su nuevo “nieto” Matías.
De lo que estoy casi segura es que esta relación va a depararnos buenos
momentos, y que el chico (a menos que se tuerzan las cosas) va a seguir la
estela de los que han estado bajo la tutela de este gran hombre. Que de existir
en la vida real, creo que podría llegar a ser uno de los grandes líderes que necesita este
país esquilmado y en el que las desigualdades cada vez son más profundas.
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