12 de noviembre de 2014

Apartando obstàculos

Parece que Inés ha desaparecido, pero admito que no me produce ninguna sensación de pérdida. Casi la misma que al principio ha parecido que le sucedía a Bosco.
O es que el chico, aparte de otras cosas, también lleva bien el arte del fingimiento. Al menos quiero creer esto, porque de lo contrario vendría a ratificar lo que se interpreta de esta supuesta historia de amor que pretenden hacer entrar en el ánimo de l@s espectadores y que por los comentarios en las redes no acaba de cuajar: que lo suyo  no es amor, sinó otra cosa que entra mucho más en el terreno del deseo carnal. La reacción de Bosco cuando Francisca le ha dicho que Inés se había marchado me ha parecido tan light, que hubiese sido lo mismo que la doña le hubiera hablado del tiempo que hacía  y no en cambio de la partida de la mujer a la que éste pretende amar, a la que un día dedica sus pensamientos, mientras que al siguiente la traiciona con otra mujer a la que asimismo también miente. Y también se trata de la chica a la que la mayor parte del tiempo rechaza y desconfía de ella.
Si esto es amor, que baje quien sea y lo vea.
Ni siquiera estoy segura de que lo que pretenden hacer creer con la que parece su intención de dar con ella: si encontrarla para pedirle explicaciones, porque no puede soportar su ausencia, o la peor de todas las posibilidades: que manipulado por la doña la busque por el tema del supuesto dinero robado.
Pero de lo que si estoy convencida es de que no la va a encontrar por ahora, porque la doña ya se ha asegurado de ello. Nadie arruina los planes de la doña y menos una insignificante doncella y un hijo bastardo (versión doña, por supuesto).
De todas maneras he de volver a decir algo que ya he hecho en otras ocasiones. Que, aún con sus carencias, algunas achacables a su ingenuidad e inexperiencia, y otras a una soberbia sobrevenida que espero abandone cuando abra los ojos (que va a suceder algún día) el personaje de Bosco lentamente si está consiguiendo despertar mi atención.
No así el de Inés, de la que cada día me siento más despegada.
Por ejemplo, no ha conseguido convencerme en la escena de su enfrentamiento con Francisca. También es verdad que no todos los oponentes a esta infame mujer (por otra parte magnifica actriz) están a la altura de ella en la escena, ni en lo que se pretende. Aunque en esta ocasión daré el beneficio de no atribuirle a Fariba/Inés toda la culpa sinó también a los guionistas, porque considero que el dialogo era creíble hasta que Francisca ha sacado la pistola. Entiendo que verse frente a alguien dispuesto a hacer uso de un arma puede intimidar a cualquiera, pero hasta el momento también las amenazas podían hacerlo e Inés no parecía muy dispuesta a hacer caso de ello. Sin embargo el tema del hijo estaba igual de presente antes y después, por lo que la repentina preocupación maternal ha sonado más bien a otra cosa diferente que a este sentimiento. Y por supuesto puedo comprender que no quiera morir y haga uso de lo que sea para escapar de ello.
También soy consciente de que quizás mi poca empatía con este personaje me impide ser más imparcial e intentar ver las cosas de otra manera. Pero de momento esto es así y no puedo evitarlo.

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