Acurrucarse en un rincón,
encogerse y no pensar nada, no decidir nada. Sentir que el mundo ha dejado de
girar. Desear que todo sea una pesadilla que se esfume al despertar. Sentir un
vacío inmenso que se antoja imposible de volver a llenar.
Es difícil ponerse en el lugar de alguien que pasa por una situación como la de María. No creo que sea posible a menos
que uno lo haya vivido en sus propias carnes, cosa que espero que no suceda
nunca.
Y los próximos días aún van a ser
más dolorosos y duros para ella, al tener que enfrentarse a la realidad. Bien
presente además en su hija, la niña fruto del amor y cuya imagen es la de su
padre, el hombre al que supuestamente nunca más podrá abrazar y el que nunca
más podrá acunar a su pequeña. Todas ellas escenas preciosas y llenas de
ternura, que difícilmente se podrán igualar.
Pero el amor por su hija también
ha de salvarla. A través de Esperanza podrá mantener vivo el recuerdo del
hombre al que amó más que a su vida, pero que se ha llevado con él toda su
felicidad. Por ella habrá de ser fuerte y no dejarse vencer por el dolor,
además de que con la marcha también de Aurora, su responsabilidad irá en
aumento al convertirse en cabeza de familia. Por cierto, no entiendo porque
Raimundo no ayuda en la administración de la finca, aunque supongo que Conrado
va a ser el que lleve el peso.
De todas maneras no puedo dejar
de preguntarme donde está la luz que se pretende vender en esta nueva etapa de
la serie. Por de pronto ya empieza con días aciagos en el Jaral, donde las desgracias
se suceden una detrás de otra, y sus habitantes viven en continua congoja.
Pobre Maria. :-(
ResponderEliminarEsperemos ver a una María fuerte,
ResponderEliminarMaria es fuerte.
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