5 de noviembre de 2014

Sin presunción de inocencia

No sé si es una licencia o realmente era posible según las leyes de la época, pero entrar en un lugar, en este caso el dispensario, así por las buenas, sin orden judicial y sin que medie nada más que sospechas, sólo por la iniciativa de un simple mandado con algo de autoridad, me parece una arbitrariedad.
La indefensión es absoluta porque además no parece que, en este caso, exista la presunción de inocencia. El doble rasero ha quedado de manifiesto ya que nadie ha cuestionado a Francisca, como tampoco nadie parece haber puesto en entredicho las acusaciones, que se basan simplemente en unas amenazas proferidas, eso sí con mucha vehemencia y con numerosos testigos, pero sabiendo todos de la inquina que la doña le tiene a su nieta y de las continuas provocaciones que aquella le hace objeto a ella y a su hermano. Claro que tampoco ayuda mucho el carácter de ambos, que constantemente caen en las trampas que les tiende su abuela.
Y parece que la gente es muy olvidadiza. ¿O acaso puede más la actitud rastrera de sumisión, o el miedo a los poderosos? Ello empezando por el alcalde, que le está haciendo el juego a la Montenegro sin siquiera plantearse otras vías de investigación. 
Solo los habitantes de Jaral se han hecho una exacta composición de lugar y sin apenas despeinarse. ¿No es acaso mucha casualidad que se haya encontrado un mecanismo de relojería idéntico al utilizado contra el coche de Francisca, precisamente en el primer lugar al que han ido a buscar los civiles? ¿Acaso piensan que Aurora sería tan descuidada como para que, el caso de que se propusiera algo del calibre de lo que la acusan, prepararlo en el lugar más visible? Y se me ocurren muchas otras preguntas de lógica, pero ahora mismo actuar de abogado defensor es tarea inútil. De hecho estoy convencida de que también lo va ser en el futuro, porque Aurora ya está sentenciada de antemano.
Entiendo que el tema está en que, como todos los otros protagonistas y para no ser menos, Aurora ha de pasar una temporada a la sombra (o para que sea algo diferente en un instituto mental, algo que también hicieron con María y su reclusión en un convento). Pero me parece un recurso de lo más gastado, aunque es evidente que ninguna protesta por las reiteradas vueltas a tramas ya vividas, va a servir de mucho.
Sin embargo admito que me cabrea y mucho, que para dar visibilidad a algunos de los principales personajes, estos hayan de pasar por situaciones límite. Y que detrás de ello siempre asome Francisca, que además invariablemente consigue que se haga su voluntad. ¡Creo que ya está bien de este color!.
No entiendo de estudios de mercado, ni de tendencias de los espectadores, por lo que meterse en este terreno es como hacerlo en un barrizal. Pero no veo porque no puede existir la posibilidad de tramas menos dolorosas y con más luz que la proponen los actuales guionistas, que parecen empecinados en cargarse a los personajes. De hecho y con algunos, siempre según mi opinión, incluso ya lo han conseguido de entrada.
Por cierto, y hablando de cargarse.
Admito que el personaje de Bernarda no fue nunca santo de mi devoción, pero creo que ello no es óbice para que reconozca la magnífica labor de la actriz Mercedes León, que ha defendido este papel con total solvencia. ¡¡Muchas gracias y hasta siempre!!

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