¿Qué tienen en común D. Anselmo y
Fe? Pues prácticamente nada, excepto que
a los dos les ha tocado en suerte convertirse en consejeros en otros tantos
asuntos espinosos. Y también que no se andan con rodeos a la hora de decir lo
que piensan.
En realidad a D. Anselmo este
papel no le es ajeno, por su condición de sacerdote y consejero espiritual, pero
parece que últimamente también ha de serlo en el terreno sentimental, aunque en
su caso tenga que hacer uso del razonamiento lógico. Y, por supuesto, éste dice
que ha de hacer ver a Raimundo lo que es de todo punto previsible: que no puede
salir nada bueno de que vuelva a los brazos de Francisca, ya que ambos ya se
han hecho tanto daño como para varias vidas y esto deja un huella indeleble. Aunque
ahora anden como un par de colegiales con zapatos nuevos. Además de que ponerse
el mundo por montera, tal como ha pedido Francisca, no es fácil cuando hay otra
gente implicada.
Y Fe anda en las mismas, tratando
de poner cordura en algo tan difícil como los sentimientos de otra persona, en
este caso Inés. Porque dejando aparte todos los flecos del asunto que tanto
ella como la chica desconocen, el caso es que Inés ahora mismo no tiene ninguna
posibilidad con Bosco, por lo tanto seguir alimentando una esperanza que no
tiene ningún futuro es tarea vana. Realmente cuesta imaginar que puede esperar ahora
mismo, cuando Bosco le ha dejado bastante claro que su relación ahora se limita
a lo que se relaciona con el niño. Y todo esto es lo que Fe está intentado hacerle entender (sin mucho éxito hasta ahora)
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