26 de enero de 2015

Una celebración nada corriente

No creo descubrir nada si afirmo que el concepto de la muerte es algo que no es visto de la misma manera por las diversas culturas. Y que mientras en unas se asocia al dolor por la pérdida, en otras se ve como una liberación. De ello que las despedidas a los difuntos también tengan diferentes maneras de llevarse a cabo. Me voy a permitir un ejemplo que pude ver cuando estuve en el Tíbet: allí existen lugares en las montañas donde la gente lleva a sus muertos para que se los coman los buitres. Algo que para ojos de un occidental parece bastante aterrador, pero que para ellos es algo normal e incluso puede tener su punto romántico. Lo llaman enterramiento en el cielo, y se entiende que las aves trasladan al difunto a este lugar idílico.
Pero en la visión de esta parte del planeta, la muerte casi siempre se asocia al dolor y respeto a quien ha dejado este mundo. De ahí que la escena en la posada, visto desde la óptica de los que desconocen el fondo de la cuestión, no tiene nada de corriente, al asemejarse más a una celebración que a una despedida. Aunque por ejemplo, en EEUU es algo normal hacer una recepción después de un funeral, pero no en una casa española, ni aun actualmente. También es cierto que cada vez más la muerte de una persona querida, a menos que sea en circunstancias trágicas o sobrevenida de manera súbita, se acepta de una manera menos traumática, pero sigue teniendo el mismo componente de antaño. Aunque en 1922, y con la influencia que la iglesia ejercía sobre la vida de las personas, hacer algo parecido creo que habría sido casi motivo de excomunión.
Sin embargo en esta celebración concreta (porque se trata de festejar algo), incluso están el sacerdote del pueblo y el alcalde. Y, por cierto, tengo que aprovechar para disculparme por un comentario anterior que dejaba a éste último a los pies de los caballos. Evidentemente es un personaje y por lo tanto es difícil pedirle perdón por haber caído como una pardilla en la misma trampa que Francisca, pero me alegra tener que rectificar y admitir que Pedro esta vez sí ha estado a la altura. 
Así como me alegra descubrir que, después de todo, Francisca no es tan lista como se cree, ni casi nadie la teme. Algo que pudo suceder en el pasado, pero cada vez menos. Como también se demuestra que unidos se puede vencer al poder. 

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