Es posible que a Severo y Carmelo
se les pueda tachar de manipuladores por utilizar a otras personas para llevar
a cabo sus planes contra la Montenegro. Pero considero que hay un matiz
especial en esto, porque si bien es cierto que para conseguirlo aparentemente
pretenden servirse de los demás para que les hagan el trabajo sucio, los
resultados en principio no son malos para quienes son utilizados. Digamos que en este caso
opto por ser práctica y aceptarlo como mal menor, o quizás más bien lo que se pretende conseguir es lo que
todo el mundo (incluida yo misma) esperamos. Para que la doña empiece a pagar
por lo que ha hecho y sigue haciendo, bien vale cualquier artimaña, siempre que
no sea cruenta ni salga perjudicado algún inocente. Dicen que “el fin justifica
los medios” y, en este caso creo que el dicho es de lo más acertado.
Sin embargo entiendo la primera impresión de Conrado.
Que alguien a quien no conoces de nada te ofrezca su ayuda desinteresada, no
puede hacer más que despertar recelos. Aunque pienso que ha hecho lo correcto
al aceptar la ayuda, porque tampoco se trata de despreciar algo que abre un
pequeño resquicio de esperanza para Aurora. Al poder difícilmente se le puede
vencer si no es con sus mismas armas, y Severo es evidente que dispone de éstas.
Aunque creo que las utiliza de
manera diferente que la doña. Al menos ésta es mi primera impresión, que
naturalmente puede variar en el futuro a medida que vayamos conociendo a los
personajes. Pero ahora nada me hace suponer que Severo sea ni remotamente parecido
a Francisca, excepto por su interés en satisfacer una venganza. Es justo con
sus trabajadores (aunque parezca que sea además para dejar en evidencia a la
doña), no se muestra ni altivo, ni arrogante, y busca la cercanía con la
gente,….. ahora mismo nada que objetar. Solo los recelos de Raimundo, que
empañan este propósito del hombre, aunque ya sabemos que el motivo no tiene nada
que ver con lo anterior, sino que tiene un nombre común a ambos: Francisca.
Y por lo que se refiere a los
demás, parece que al menos están dispuestos a darle una oportunidad. La misma
que le doy yo, porque pienso que el binomio terrateniente poderoso y malvado no
tendría por qué ser común a todos los que ostentaban este estatus social. Es
cierto que el poder puede engendrar malas e insensibles personas, pero tampoco
creo que se pueda generalizar y debe existir gente de todo tipo. De hecho no
tengo ninguna duda de que, por ejemplo Tristán, formaría parte de esta otra
manera de entender la gestión de un patrimonio, así como lo hace Martín, que
son terratenientes, no señores feudales.
Estoy de acuerdo contigo, Ana :-)
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