19 de febrero de 2014

El tiro por la culata

Parece que a Francisca le crecen los enanos, como se dice coloquialmente. Cierto que todo el mundo es susceptible de incurrir en errores y que ella, por muy taimada que sea, también puede cometerlos. Pero últimamente parece que empiezan a ser algo más de lo habitual. Una persona como ella, que pretende tener todo bajo un férreo control, está cometiendo errores de cálculo importantes que la están abocando, sin remisión, al repudio de cuantos la rodean.
Supongo que ha llegado a esto debido a muchas causas, entre ellas que la impunidad con la siempre ha actuado y que hace que se considere por encima de todo, provoca que haya perdido toda prudencia. O que tenga la maldad tan arraigada que es imposible que la maquinaria de su cerebro no funcione sin tener en el punto de mira a alguien con quién ensañarse. Llegando al mismo punto que lo anterior.
Pero aún puede haber algo peor y es su sesgado sentido de la propiedad, con el que pretende convertir a todo el mundo en esclavo de sus deseos y de sus decisiones.
Es absolutamente inconcebible oírla disponer con total frialdad de la vida de las personas, oírla juzgar obviando que ella ha cometido crímenes a mansalva de los cuales ha escapado indemne, y verla intrigar, sin el menor reparo, contra personas tan cercanas como su propia hija, sus nietos o María.
Pero esto se está acabando. Incluso Mauricio, a pesar de guardarle fidelidad, es capaz de actuar por su cuenta para actuar de contrapeso a sus maldades. 
Porque Francisca ni siquiera ha tardado un día en dejar asomar otra vez su verdadera careta.
Pero esta vez le ha salido el tiro por la culata.
Y siguiendo con los refranes. Quería matar dos pájaros de un tiro, inculpando a Martín de un supuesto crimen del que ella es la inductora, y ha salido escaldada.
Entiendo que para su ego tener que dar explicaciones de su proceder tiene que ser un duro trance, pero espero que sea solo el principio del fin de esta vil mujer.

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