No ha sido muy difícil provocar
un ambiente propicio para alzar a la población, como tampoco encontrar un blanco
perfecto hacia el que apuntar como culpable de la situación.
No importa que se haya llegado a
lo que considero una conclusión precipitada, ni que los argumentos de Conrado tengan
razones de peso para ser considerados. Nadie , ni siquiera personas que en
otras ocasiones han demostrado ser cabales y con sentido de la justicia, y me
refiero a Raimundo, Martín y Alfonso principalmente, ha dedicado ni un solo
momento a valorar nada más que una única alternativa para solucionar el clima de inseguridad
que se vive en el pueblo. Y cometiendo con ello lo que considero un grave error
de cálculo, ya que la solución propuesta puede ser generadora de otros
problemas igual de graves.
No voy a entrar en aspectos
legales, porque como ya ha quedado claro, el geólogo no ha dejado nada al azar.
Lo que veo es que lo que pretenden instando al cierre de la mina, aunque sea
por un tiempo, no sólo no garantiza que los desalmados vayan a dejar inmediatamente
el pueblo (sabiendo además que hay oro), sino que lo peor es que, además de traer
importantes consecuencias económicas para Conrado, los obreros contratados por éste
van a dejar de percibir su salario y en consecuencia van a perder un medio de
subsistencia para ellos y sus familias. Por
lo que no sería nada raro que ahora los incidentes los provocaran éstos al
tratar de impedir que el cierre llegue a producirse, siendo además por
algo ajeno a la explotación.
Aquí el dicho de “pagar justos
por pecadores” llega a su máxima expresión.
Cierto que tiene que ser muy difícil
convivir con una situación parecida, más cuando ello afecta a la normal
convivencia de un pueblo que quiere vivir tranquilo y en el que cualquier cambio, por pequeño que
sea, supone una importante alteración. Y
también lo es que la situación a la que están abocados ahora no se puede
calificar de nimia, y es evidente que ante algo de este calibre se impone tomar cartas en el asunto antes de que vaya a más o haya que lamentar una
desgracia.
Pero para ello están las
autoridades. No voy a cuestionar el derecho del pueblo a manifestar su opinión, pero si a que ello suponga pasar por encima
de la justicia y sus representantes. A los que por otra parte parece que no
tienen muy en cuenta. Porque ¿acaso Aurora ha denunciado a los que la han agredido?
¿Qué han hecho los que han visto que les robaban y no lo han impedido? Con lo
que la sensación de impunidad de los facinerosos que campan por el pueblo
también puede ser achacada a la poca
sangre de sus habitantes.
Pero no creo que nadie lo vea así,
cegados por la manipulación a la que han sido sometidos, y en la que cada vez
es más evidente la mano del médico.
Ya lo he dicho anteriormente,
pero lo que más cuesta entender es que también hayan caído en ello personas a
las que se supone cierto raciocinio. Porque ya no es solo atribuir al geólogo daños colaterales de algo que él ni siquiera ha provocado,
sino que además lo hagan reprochándole que todo sea fruto de una supuesta ambición.
Obviando la legítima aspiración de toda persona a prosperar en la vida.
Más bien creo que todos se han
dejado influir por el carácter del hombre, que lo ha convertido en una persona
que no goza de especial simpatía. Y esto es un hándicap, aunque por supuesto
nunca puede ser justificación para condenar a alguien al ostracismo. Y aunque es
cierto que Conrado no es la alegría de la huerta y no es fácil el trato con él, no puedo por menos que ponerme de su parte en esta ocasión y además entender las razones que le llevan a no dar su brazo a torcer, más cuando actúa convencido que la razón está de su
parte.
Porque Conrado es mucho mas de lo que deja ver. Es una persona noble, generosa, arrojada, solidaria
con los más débiles, alguien que va siempre de cara, sin eludir la
confrontación y defendiendo lo que considera justo. Y no creo que siguiera con
su cerrazón si ni siquiera sospechara que puede hacer daño a alguien.
Por cierto, cerrazón que ahora se puede ver acentuada por algo parecido a un pulso entre él y la gente del pueblo.
Por cierto, cerrazón que ahora se puede ver acentuada por algo parecido a un pulso entre él y la gente del pueblo.
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