16 de febrero de 2014

Pagando justos por pecadores

No ha sido muy difícil provocar un ambiente propicio para alzar a la población, como tampoco encontrar un blanco perfecto hacia el que apuntar como culpable de la situación.
No importa que se haya llegado a lo que considero una conclusión precipitada, ni que los argumentos de Conrado tengan razones de peso para ser considerados. Nadie , ni siquiera personas que en otras ocasiones han demostrado ser cabales y con sentido de la justicia, y me refiero a Raimundo, Martín y Alfonso principalmente, ha dedicado ni un solo momento a valorar nada más que una única alternativa para solucionar el clima de inseguridad que se vive en el pueblo. Y cometiendo con ello lo que considero un grave error de cálculo, ya que la solución propuesta puede ser generadora de otros problemas igual de graves.
No voy a entrar en aspectos legales, porque como ya ha quedado claro, el geólogo no ha dejado nada al azar. Lo que veo es que lo que pretenden instando al cierre de la mina, aunque sea por un tiempo, no sólo no garantiza que los desalmados vayan a dejar inmediatamente el pueblo (sabiendo además que hay oro), sino que lo peor es que, además de traer importantes consecuencias económicas para Conrado, los obreros contratados por éste van a dejar de percibir su salario y en consecuencia van a perder un medio de subsistencia para ellos y sus familias.  Por lo que no sería nada raro que ahora los incidentes los provocaran éstos al tratar de impedir que el cierre llegue a producirse, siendo además por algo ajeno a la explotación. 
Aquí el dicho de “pagar justos por pecadores” llega a su máxima expresión.
Cierto que tiene que ser muy difícil convivir con una situación parecida, más cuando ello afecta a la normal convivencia de un pueblo que quiere vivir tranquilo y en el que cualquier cambio, por pequeño que sea, supone una importante alteración. Y también lo es que la situación a la que están abocados ahora no se puede calificar de nimia, y es evidente que ante algo de este calibre se impone tomar cartas en el asunto antes de que vaya a más o haya que lamentar una desgracia.
Pero para ello están las autoridades. No voy a cuestionar el derecho del pueblo a  manifestar su opinión,  pero si a que ello suponga pasar por encima de la justicia y sus representantes. A los que por otra parte parece que no tienen muy en cuenta. Porque ¿acaso Aurora ha denunciado a los que la han agredido? ¿Qué han hecho los que han visto que les robaban y no lo han impedido? Con lo que la sensación de impunidad de los facinerosos que campan por el pueblo también puede ser achacada a  la poca sangre de sus habitantes.
Pero no creo que nadie lo vea así, cegados por la manipulación a la que han sido sometidos, y en la que cada vez es más evidente la mano del médico.
Ya lo he dicho anteriormente, pero lo que más cuesta entender es que también hayan caído en ello personas a las que se supone cierto raciocinio. Porque ya no es solo atribuir al geólogo daños colaterales de algo que él ni siquiera ha provocado, sino que además lo hagan reprochándole que todo sea fruto de una supuesta ambición. Obviando la legítima aspiración de toda persona a prosperar en la vida.
Más bien creo que todos se han dejado influir por el carácter del hombre, que lo ha convertido en una persona que no goza de especial simpatía. Y esto es un hándicap, aunque por supuesto nunca puede ser justificación para condenar a alguien al ostracismo. Y aunque es cierto que Conrado no es la alegría de la huerta y no es fácil el trato con él, no puedo por menos que ponerme de su parte en esta ocasión y además entender las razones que le llevan a no dar su brazo a torcer, más cuando actúa convencido que la razón está de su parte.  
Porque Conrado es mucho mas de lo que deja ver. Es una persona noble, generosa, arrojada, solidaria con los más débiles, alguien que va siempre de cara, sin eludir la confrontación y defendiendo lo que considera justo. Y no creo que siguiera con su cerrazón si ni siquiera sospechara que puede hacer daño a alguien. 
Por cierto, cerrazón que ahora se puede ver acentuada por algo parecido a un pulso entre él y la gente del pueblo.

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