Martín se ha encontrado de
repente y sin proponérselo, con la obligación de tomar las riendas del legado
de su padre. Ni siquiera tuvo tiempo de empezar a aprender de éste los
rudimentos de llevar adelante una finca, cuando el cruel destino le dejó sin su
referente, su amigo, el brazo en el que apoyarse. Pero el resto de su familia
sigue ahí y ahora además va a crecer. Todo junto, aunque especialmente el amor
por una mujer, han contribuido a que un chico que iba camino de hacer carrera
en las altas esferas de la iglesia, sea ahora un terrateniente con planes de
futuro. Y con el horizonte puesto en conseguir el bienestar y la estabilidad
para los suyos.
Pero si lentamente el destino de
Martín va cambiando, al mismo tiempo también está dejando surgir una persona
que ya casi no reconozco. Porque si bien es cierto que conserva algunos rasgos
de cuando llegó hace más de un año a PV, el que ahora vemos considero que es
alguien muy distinto. Aunque admito que no me desagrada este nuevo Martín.
De lo que no hay duda es que los
genes de su madre están muy presentes en él, pero creo que también está
saliendo a la luz el Castro que lleva en su sangre, aunque sin que se den los
extremos maquiavélicos que lleva aparejado el apellido, ya que no es nada desdeñable
la influencia positiva que le transmitió Tristán. Que aunque no fuera su padre
biológico si fue quien lo crió y le quiso con locura.
Pero aún así, creo que cada vez
es más visible que Martín es un auténtico Castro, tal como Francisca le llama. Curiosamente
siendo además la única que lo hace por su nombre y apellidos auténticos.
Pero si hay algo de bueno en esta
situación es que ahora la doña tiene otra vez ante ella a un Castro que
previsiblemente no se lo va a poner fácil, ni aún con el señuelo del cariño que
ambos profesan a María.
Ha sido una escena como ya hacía
tiempo que no se daba, entre dos voluntades igual de férreas. Un duelo dialéctico muy bien resuelto por parte de los dos actores, que considero han sabido sacar lo mejor de ellos. No creo que me ciegue la pasión por Jordi al
decir que ha estado inmenso, lo mismo que María.
A decir verdad no entiendo muy
bien la jugada de Francisca y lo que pretende intentando acercarse a su nieto con
un ataque de sinceridad, pero con un nada creíble arrepentimiento. Pienso que
es demasiado retorcida para que su supuesta intención de tender puentes con él,
con el argumento del bienestar de María, no esconda nada más. Ni aún con la sorprendente
declaración sobre los lazos de sangre que los unen, algo de lo que jamás hasta
ahora había hecho bandera.
Pero creo que esta vez Francisca
no ha calculado muy bien sus posibilidades. Más bien considero que lo que ha
hecho ha sido acrecentar los sentimientos negativos del chico hacia ella.
Porque nadie en su sano juicio podría esperar que ante semejante confesión éste
se quedara impasible, y mucho menos pretender que corra un tupido velo sobre el
pasado.
Martín no puede perdonar, ni olvidar.
Y tampoco va a dejar que la doña le mangonee, igual como pretendió hacer con Tristán.
Aunque lo más asombroso es que parece que ésta no tiene objeciones a que sea la pareja
de su ahijada.
Volviendo a Martín Castro, hay
otro aspecto que me gustaría destacar
Creo que cada vez está asumiendo
con mayor fuerza su papel de terrateniente. Y no sólo por lo que he dicho
antes, sino también por otros aspectos mucho menos positivos. Me refiero a que
está adoptando de alguna manera la mentalidad que éstos tenían (y algunos aún
tienen), y aunque creo que nunca ha de llegar a convertirse en un explotador ni
un tirano, si que está tomando conciencia de su poder y su influencia. Es la
única explicación que encuentro a que se muestre tan injusto con Conrado y que además
pretenda darle lecciones.
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