14 de febrero de 2014

La encrucijada

Para mi es todo un reto tratar de entender las razones de una determinada actitud por parte de algunos personajes  Y lo hago intentando ponerme en su piel y procurando olvidar que éstos son ficción, trasladando sus situaciones a la vida real. Lo que puede ayudar (en teoría) a hacerse una idea del porqué algunos obran como lo hacen.
Aunque entre realidad y ficción tampoco hay tanta diferencia. De hecho esta última viene a nutrirse en las fuentes de la primera y quizás lo único que las separa es que la ficción se puede moldear a voluntad, a veces incluso saltándose la lógica o lo que una considera que es esto.
Y esta lógica me dice que María tendría que estar cuando menos resentida con su madrina. Pero a lo visto esto no funciona cuando intervienen sentimientos arraigados, aunque en este juego también lo hagan la que considero aún latente ingenuidad de la chica y la manipulación interesada de Francisca, aderezada con una sarta de mentiras que María se ha tragado sin cuestionar.
De todo esto lo que me cuesta más de aceptar es que la doña, de alguna manera, esté ganando la partida, usando (y abusando) de lo que sabe seguro: el buen corazón de la chica, incapaz de no conmoverse ante alguien que supuestamente sufre y está sola.
Pero una cosa es tener buen corazón y otra vivir en un universo paralelo.
Deseo ser objetiva, aunque no siempre lo consiga, pero me impacienta la actitud de la chica. Es cierto que la doña adopta ante ella una cara muy diferente de la que la/os demás si somos testigos y que es evidente que ello influye en la visión que María tiene de su madrina. También es cierto que la chica ha cambiado y que es capaz de rebatir algunos argumentos de ésta e incluso echarle en cara (eso sí, con prudencia) lo que le ha hecho. Aunque ahí queda todo, porque pesa más el cariño hacia la mujer y su deseo de estar a bien con ella, que cualquier otra consideración.
Sé que es fácil dar consejos desde fuera y con toda la información (algo que la chica no tiene) pero creo que María se está dejando cegar por este supuesto cariño, obviando que su vida está cambiando y que nada volverá a ser como antes. Vale que quiera seguir teniendo en su vida a la mujer que la ha cuidado, mimado y protegido (aunque esto sea cuestionable, visto lo visto) pero está creando su propia familia. Y aunque no sea incompatible, ahora su prioridad tendría que ser su bebé y Martín.
Aún así hay otras consideraciones.
Un día Tristán le dijo a Martín que los lazos de sangre no son importantes y que el cariño que los unía era mucho más fuerte que esto. Por ello decir que Francisca no es nada con respecto a María sería faltar a la verdad, como también es evidente que los sentimientos que comparten hace que se sientan como si fueran realmente una familia. Aunque lo cierto es que la chica ya tiene una de verdad, que además la quiere incondicionalmente.
Pero en la vida se suceden situaciones que afectan al rumbo de ésta y sitúan en la encrucijada de enfrentar otros caminos. Y por mucho que cueste y se tenga el corazón dividido, hay que decidir.
Para María ya ha llegado el momento. Y si bien es cierto que ya ha decidido, también lo es que los flecos la siguen condicionando. El más importante Martín, que no está por la labor de tender puentes con Francisca, por motivos evidentes para las/os espectadores pero no para ella. Por ello tengo que romper una lanza en favor de la chica y al mismo tiempo hacer un reproche a Martín. El amor implica confiar plenamente en el otro, y considero que las cosas cambiarían si éste le contara el motivo real de su negativa, que ahora incluye además la verificada implicación de Francisca en la muerte de Pepa. 

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