Es del todo evidente que el
destino de Martín no era el de ser sacerdote. Y también lo es que ante todo es un hombre con
unos sentimientos muy terrenales, que aspira a ser feliz junto a la mujer que
ama.
Buceando por Internet encuentras
multitud de estudios científicos que corroboran que, aunque nadie nace con una
personalidad definida, si lo hace con unos genes que pueden determinarla. La
forja de la misma corresponde al tiempo, al entorno, a la educación o a la
manera de vivir. Incluso es posible que pueda llegar a ser moldeada a voluntad por
otros.
Aunque es claro que esto último
no ha sucedido con Martín, al menos en los aspectos negativos.
Es cierto que hubo un tiempo que
parecía lo contrario, pero afortunadamente supo rectificar y después las
circunstancias se han encargado de poner las cosas en su sitio. La personalidad
subyacente ha sido más fuerte que los condicionamientos, y aun conservando sus
convicciones religiosas, no ha permitido que éstas le influenciaran.
Porque al fin y al cabo la
religión no es más que una opción personal de entender la vida, y hay otras formas que pueden llenar una existencia. Y no es mejor persona el que es más
católico o creyente. De hecho, y con el riesgo de generar una polémica, he de
decir que para mí ha quedado de lo más patente en la serie (y también en la
vida real) que a veces la moral religiosa, en este caso la católica, no es muy objetiva con los que no comulgan
con sus postulados. Creo firmemente en la libertad de las personas de tener una
opinión sobre algo determinado, e incluso expresarla en voz alta, pero no que
se trate de imponerla a otros, provocando un perjuicio mayor.
Ejemplo de ello es la falta de caridad
cristiana y la hipocresía, que tienen su máxima expresión en las beatas que
salen de misa para a continuación dedicarse a malmeter contra el prójimo. Aunque
quedan en mantillas ante la doña, que es capaz de escandalizarse por las
palabras de Martín y la actitud de María, y regocijarse con el supuesto sufrimiento de
Fernando.
Aunque no olvido que en todo ello
también intervienen los condicionamientos sociales, de los que ya hablé en otra ocasión. Parece más
importante observar las apariencias que el hecho de dejarlas de lado para vivir una
vida plena y feliz.
Martín y María han hecho esto
último conscientemente. Porque la conciencia es algo que pertenece a cada persona,
que ha de vivir con ella.
Y no puede ser una carga para la misma , ni por descontado ser censurable, el hecho de amar y
ser amado.
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