8 de febrero de 2014

La repercusión de una falsa noticia

Supongo que es inevitable que la ficción acabe siendo un reflejo de la realidad. Después de todo, y aunque los tiempos hayan supuestamente evolucionado, hay cosas y hechos que han sido o son igual de actualidad en 1921 o en 2014, y que son susceptibles de dar para uno o varios guiones.
En este momento en PV se dan cita varios de estos hechos, aunque con un denominador común: el hallazgo de oro. Y el desencadenante una noticia filtrada por alguien que a todas luces busca sacar rédito a la situación.
Porque los bulos y las falsas noticias casi siempre llevan equiparada una fuente de problemas, pero también hay quien se beneficia de ello, ya sea económicamente o por otros motivos, como la venganza.
Y ello es más fácil cuando además existe la palabra escrita y su difusión.
Pero antes de seguir con lo que quiero decir, tengo que hacer hincapié que la reflexión que sigue no está hecha con el ánimo de poner en la pica a los que han hecho de las noticias su profesión. Al contrario, creo que los periodistas son un colectivo absolutamente imprescindible, ya que gracias a ellos podemos hacernos una idea bastante exacta del mundo en el que vivimos y a lo que nos enfrentamos. Son hombres y mujeres valientes que, a veces incluso con riesgo de su integridad física, trabajan para que los ciudadanos estemos informados de lo que acontece.
Pero como todo en esta vida, siempre hay una excepción. Me refiero a la prensa sensacionalista, que a veces propaga noticias sin contrastarlas lo suficiente. Y con ello provocando situaciones límite.
Y aunque no se pueda hablar todavía de que sea así en PV, sí que es cierto que la aparición en el periódico del supuesto hallazgo de oro, ha venido a turbar la paz de un apacible pueblo, generando al mismo tiempo alarma social e inseguridad ciudadana, ante la incapacidad para dar respuesta a tanto forastero ocioso que deambula sin rumbo fijo por sus calles.
Pero yo no hablaría de fiebre del oro, sino de necesidad. Nadie de los que ha llegado lo ha hecho con la idea de buscar oro por sí mismo, sino ante la llamada de un posible medio de subsistencia. Y no veo nada de malo en ello, porque aún hoy en día salen periódicamente noticias de casos parecidos en que un posible trabajo atrae a centenares de personas.
Aun así también intento ponerme en la piel de unos lugareños que ven peligrar su modo de vida tradicional con la llegada masiva de foráneos. Porque también implica nuevas formas de vida y romper con lo establecido, entre ellos el yugo disfrazado de paternalismo que supone vivir bajo el influjo de los terratenientes y vivir ciegamente esclavos de la voluntad de éstos a cambio de una cierta tranquilidad para sus familias. Los nuevos traen otros aires, y prueba de ello es el peón que se ha encarado a la doña sin que una supuesta posición social de ésta le supusiera ningún conflicto.
Pero lo que no puedo admitir es que busquen un chivo expiatorio para cargarle la culpa de la situación, para que les libre de todo ello y puedan volver a sentirse seguros, acomodados otra vez en su vida de siervos.  Pero especialmente lo que no es admisible es que acusen a Conrado de algo de lo que no es responsable, cargándole con la culpa de los conflictos con los recién llegados.
Aunque aún hay algo peor y es que además están haciendo un juicio paralelo a alguien que sólo busca ganarse la vida con su trabajo y  en sus propias tierras. Y que en un futuro puede traer la prosperidad al pueblo, eso sí haciendo tambalear los cimientos en los que asienta el poder de los caciques.
Aunque en el fondo quizás en todo ello también influya la animadversión que sienten por el hombre.
He de decir que me gusta Conrado, aunque a veces su manera de comportarse y su poca empatía me impacientan. Pero me gusta porque es diferente, no se pliega a una manera de vivir que no va con sus principios y tampoco admite que pretendan que siga por los derroteros marcados por los convencionalismos existentes. La libertad es su bandera y la defiende a ultranza, aunque ello signifique no hacer amigos. De hecho sólo tiene uno: Isidro.
Porque sorprendentemente Martín, alguien que en otros tiempos no dudaba en ponerse del lado de la razón, esta vez también se ha dejado manipular por quien está jugando un importante papel en soliviantar los ánimos de las gentes: Lesmes. El que parecía un apacible doctor  ya está enseñando la patita, aprovechándose además de su posición privilegiada y creando un conflicto artificial. 
La verdad es que ver a las gentes de PV  arremetiendo a una contra el geólogo me ha parecido de una sinrazón sin parangón. Y, por descontado, una injusticia flagrante.

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