No me gusta hacerlo, y es un
ejercicio que evito tanto como soy capaz. Pero aparte de que considero que las
tramas de la serie no dan para mucho más, y además ya he escrito con
anterioridad, y en fechas recientes, sobre casi todos los temas que ahora mismo
son susceptibles de captar mi atención, voy a volver a centrarme en el personaje
de Inés y lo que me parece éste, además de lo que pienso sobre la actriz que lo
defiende. Aunque sé que soy una humilde bloguera y que mi opinión sólo llega a
un cierto público (al que, por cierto, estoy sumamente agradecida) soy muy
consciente de que estoy haciendo una crítica, y que hay que ser muy meticulosa
y objetiva porque algo así puede llegar a hacer daño, especialmente a quien es blanco
de la misma, si por lo que sea llega a su conocimiento. Cosa que, por supuesto,
tampoco pretendo evitar. Pero yo misma lo he sufrido por alguno de mis
comentarios, por lo que sé que aún a pesar de intentar aceptarlo con una cierta
filosofía y con la idea de que las críticas a veces también pueden ayudar, es
algo que en el fondo duele, especialmente si se consideran injustas.
Lo dicho. Intentaré ser objetiva
y explicarme, sin dejarme influenciar por lo que se dice (que tampoco es muy
bueno) sobre este personaje.
No sé muy bien si el problema es
de los guiones, que pienso que no son muy currados, o es la actriz que no está
muy acertada. El caso es que han conseguido que me impacienten sus escenas, especialmente
en las que comparte pantalla con Fe. En mi opinión la diferencia entre el
trabajo de ambas actrices es abismal, porque mientras Marta nos deleita con un
montón de registros verbales o gestuales, a cual más gracioso e interesante (aparte
de muy profesionales), en mi opinión Fariba muestra siempre un perfil plano, en
el que admito que me muestro incapaz de ni siquiera atisbar si pretende parecer
triste, alegre u otra cosa. Lo mismo que su expresión corporal, en la que creo
que aún le faltan muchas tablas.
De todas maneras también diría
que no le hacen ningún favor, ni la ayudan, unos guiones en los que tampoco
puede lucirse demasiado. Limitada a mostrarse entre sirvienta humillada y
amante apasionada, poco tiempo le resta para mostrar algo más de dotes de actriz,
o prodigarse en registros más complejos. Es más, aunque la comparación no pueda
parecer muy afortunada, en algunos momentos incluso me ha llegado a recordar al
personaje de Uriah, el servil y histriónico
personaje de David Copperfield, que pasa la mayor parte del tiempo agachando la
cerviz ante su amo, aunque en este caso con aviesas intenciones, Cosa que no
sucede con Inés, que se deja humillar por otros motivos y además sin hacer nada
para impedirlo, cuando no veo tan difícil que le cuente la verdad a Bosco, recupere
las joyas y después ponga leguas de por medio, como hizo hasta que recaló en
PV.
Otra cosa es que sea un
sentimiento al que es difícil darle nombre lo que la ata a La Casona, y para el
que ellos utilizan la palabra amor, y yo (y creo que la inmensa mayoría de l@s
espectadores) le pongo otro muy distinto.
No puedo hacer esta afirmación
con rotundidad, pero considero que llamar amor a algo en lo que solo interviene
el conocimiento del cuerpo del otro, es cuando menos aventurado. Por lo que a
priori lo que parece es sólo sexo, sin más. También es posible que a través de
ello se pueda llegar a algo más profundo, pero creo que, en este momento, ponerle
este calificativo es cuando menos precipitado, más cuando además se pretende dar
la imagen que ella y Bosco son muy jóvenes y están descubriendo un mundo que no
conocían. Creo que los guiones han sido llevados a un ritmo acelerado, sin
dejar que esta relación ya desde un principio se fuera forjando a un ritmo que
llegara a cuajar en el ánimo de los espectadores. Y provocando, por lo que
puedo leer y siento yo misma, que ahora se dé el efecto contrario al que probablemente
se pretendía llegar.
Por supuesto, no pretendo ni
estoy en condiciones de dar lecciones de cómo hacer las cosas, porque quizás sea
yo la equivocada y el rumbo sea el correcto. Pero no es éste mi sentir en este momento.
Otra cosa es Bosco y el actor que
está en su piel. En este caso si pienso que Francisco es un buen profesional, a
pesar del papel poco lucido que le toca representar. Pero también es cierto que
sus escenas le brindan más oportunidades de dejar patente su buen hacer ante
las cámaras. Solo que creo que ya es momento de que, antes de que la valoración
de su personaje caiga aún más, permitan que éste suelte lastre con respecto a
la doña y deje asomar su libre albedrío para que además pueda conocer su
verdadera historia y sepa que tiene una familia.
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