Quizás es ir un poco lejos, pero
pienso que la actual actitud de los Mirañar y su persecución a los vecinos del
pueblo para que cumplan unas normas absurdas, que en este caso llegan casi al
límite de lo esquizofrénico, parece casi un guiño por parte de los guionistas a
la situación actual de España, con la aprobación de una ley mordaza que coarta
los derechos de los ciudadanos.
Pedro da una de cal y una de
arena. Cuando parecía que se había reivindicado, vuelve a las andadas, aunque
espoleado (como casi siempre) por la mandona de su esposa, que algunas veces se
coloca a la cabeza de lo más retrogrado que existe, de lo más conservador y
facha que una se puede echar a la cara. Aunque también de lo más interesada,
porque al igual que la doña, busca cualquier ocasión para sacar provecho
personal y satisfacer su vanidad.
Pero precisamente por alardear abiertamente
de ello, creo que ya nadie la toma en serio. O quizás se trate de la natural
rebeldía de la sociedad ante todo un reguero de imposiciones que no tienen
razón de ser, más allá de hacer valer una autoridad que el alcalde ostenta sólo
de palabra. Porque es evidente que quien manda en PV es la doña, y las reglas
son sólo para el pueblo llano.
Aunque en realidad tampoco es que
sea una situación muy diferente a la actual, pues los alcaldes y en general
todos los políticos electos, aun teniendo un mayor margen de maniobra, acaban
actuando según la ideología y las directrices del partido al que representan, algo que no siempre coincide con lo que demanda la ciudadanía; que también
es cierto que cada vez más está aprendiendo a alzar la voz y cuestionar algunas
decisiones.
En esta ocasión la voz del pueblo
ha sido la de uno de sus habitantes más jóvenes, también un guiño a este sector de
población que se implica cada vez más. La frescura, la espontaneidad, la
rebeldía, o simplemente la impulsividad, han puesto en boca de Matías lo que
todos desean decir pero no se atreven, bien sea por prudencia o por otras
razones.
Realmente pienso que ha sido una de
las escenas más hilarantes y divertidas de los últimos capítulos, en los que el
tono habitual dista mucho de ser de esta guisa. Y estoy segura que todo
el mundo ha disfrutado como Alfonso, y deseado, como ha hecho Mauricio, de darle
una palmada en el hombro al chico.
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