11 de febrero de 2015

Unas reglas para saltarse

Quizás es ir un poco lejos, pero pienso que la actual actitud de los Mirañar y su persecución a los vecinos del pueblo para que cumplan unas normas absurdas, que en este caso llegan casi al límite de lo esquizofrénico, parece casi un guiño por parte de los guionistas a la situación actual de España, con la aprobación de una ley mordaza que coarta los derechos de los ciudadanos.
Pedro da una de cal y una de arena. Cuando parecía que se había reivindicado, vuelve a las andadas, aunque espoleado (como casi siempre) por la mandona de su esposa, que algunas veces se coloca a la cabeza de lo más retrogrado que existe, de lo más conservador y facha que una se puede echar a la cara. Aunque también de lo más interesada, porque al igual que la doña, busca cualquier ocasión para sacar provecho personal y satisfacer su vanidad.
Pero precisamente por alardear abiertamente de ello, creo que ya nadie la toma en serio. O quizás se trate de la natural rebeldía de la sociedad ante todo un reguero de imposiciones que no tienen razón de ser, más allá de hacer valer una autoridad que el alcalde ostenta sólo de palabra. Porque es evidente que quien manda en PV es la doña, y las reglas son sólo para el pueblo llano.
Aunque en realidad tampoco es que sea una situación muy diferente a la actual, pues los alcaldes y en general todos los políticos electos, aun teniendo un mayor margen de maniobra, acaban actuando según la ideología y las directrices del partido al que representan, algo que no siempre coincide con lo que demanda la ciudadanía; que también es cierto que cada vez más está aprendiendo a alzar la voz y cuestionar algunas decisiones.
En esta ocasión la voz del pueblo ha sido la de uno de sus habitantes más jóvenes, también un guiño a este sector de población que se implica cada vez más. La frescura, la espontaneidad, la rebeldía, o simplemente la impulsividad, han puesto en boca de Matías lo que todos desean decir pero no se atreven, bien sea por prudencia o por otras razones.
Realmente pienso que ha sido una de las escenas más hilarantes y divertidas de los últimos capítulos, en los que el tono habitual dista mucho de ser de esta guisa. Y estoy segura que todo el mundo ha disfrutado como Alfonso, y deseado, como ha hecho Mauricio, de darle una palmada en el hombro al chico. 

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