20 de febrero de 2015

Peón de un juego


No se puede ganar siempre y parece que la doña también ha de conocer la otra parte. Pero en realidad es solo un espejismo, porque no está haciendo ninguna concesión. Es evidente que todo el paripé que han montado con Amalia para conseguir engatusar a Inés, forma parte de un juego en el que ésta es el peón. Hasta que deje de ser útil.
Han dejado que creyera que podía imponer sus condiciones, cuando simplemente lo que han hecho ha sido seguir con una estrategia previamente calculada al detalle. No tengo ninguna duda de ello. ¿Qué más da que Inés se haya mostrado algo más decidida y haya buscado asegurarse una salida? Si no sucede algo que trastoque totalmente los planes de las dos brujas, en el minuto siguiente al que Inés deje de amamantar a Beltrán van a librarse de ella sin ningún escrúpulo, por mucho que hayan dado su palabra.
Porque no se trata de compasión por su parte, sino de usarla como se podría hacer con cualquier objeto. Ya que Inés es ahora mismo la única salida para sacar adelante al bebé, y éste es ahora la prioridad.
Pero ¿realmente ésta es tan ingenua como para pensar que va a ver recompensados sus esfuerzos y van a dejarla ir sin más? Hasta ahora ha demostrado que adolece de picardía, al no cuestionar ninguna de las razones de Amalia, por muy incoherentes y poco creíbles que hayan sido. Incluso la ha pillado en un par de renuncios, pero ha seguido sin dudar de su palabra, cegada por el agradecimiento que supone le debe.
La verdad es que esta trama no consigue engancharme de ninguna manera. Primero porque me impacienta el hecho de que el personaje de Inés sea incapaz de remontar su posición de sumisión, siempre con tramas de tristeza y depresión y con escenas casi calcadas de un día para otro. Y después por la manipulación vomitiva de la que la hacen objeto Francisca y Amalia, aunque ésta ultima deje asomar a veces algo parecido a los remordimientos. Pero aún así, he de admitir que a pesar de hacer el esfuerzo de intentar verlo sin condicionantes previos, me dejan indiferente las escenas en las que se pretende demostrar que el vínculo entre madre e hijo no se pierde y que el niño de alguna manera la reconoce. Es posible, pero también lo considero muy forzado. 
Por descontado no soy nadie para intentar enmendarles la plana a los guionistas, pero creo sinceramente que intentar reeditar la historia de Pepa (como parece que se pretende con esta trama) no está funcionando a la altura de las supuestas expectativas, y que dilatarla mucho más va a llevar a los personajes implicados a perder toda oportunidad de hacerse un hueco en las simpatías de l@s espectadores.
Aunque también puede que esté equivocada. 

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