20 de julio de 2015

La dualidad de Mauricio

Por descontado que Fe merece ser feliz. Otra cosa es que le convenga alguien como Mauricio, un personaje difícil de catalogar, capaz de dar una de cal y una de arena. Capaz de mostrar solidaridad e incluso algo de buen corazón, para al minuto siguiente verlo convertido en un perro rastrero, en una herramienta ejecutora, alguien dispuesto a todo movido por una fidelidad rayana en la obsesión.
Y no me vale que diga que no conoce otra vida y que sin ello está perdido, que Francisca le ha dado trabajo, techo y comida, a cambio de servirla fielmente, porque ello implica que el hombretón solo es fachada. Ya que en la relación de Mauricio con la doña, lo que lleva implícito por su parte es no pensar, no decidir, no cuestionar, no tener escrúpulos,….. En definitiva, renunciar a tener su propia personalidad.
Aunque ahora quizás lo de Mauricio también sea comodidad, y el hecho de que se mantenga al lado de Francisca, a pesar de todo, es porque no desea empezar de nuevo. O quizás sea miedo a ello o a perder un estatus. O puede que sea una forma de masoquismo, que le impide alejarse de quien no duda en humillarle y tratarle a patadas cuando le conviene.
Aunque en última instancia hay que pensar en opciones prácticas. La primera, que conviene a los responsables de la serie para seguir manteniendo a Mauricio en un plano visible. Después que, y ya yendo al personaje, porque se puede permitir seguir en su misma posición ya que no tiene lo que los demás empleados de la hacienda: necesidades económicas, ni una familia que sacar adelante.
Y claro, también está el tema de la fidelidad ciega, la que obliga moralmente a cumplir los compromisos establecidos, aun a costa de renunciar a cualquier convicción, y pasando por encima de todo y todos. Pero quizás cabría preguntarse si la fidelidad ha de estar reñida con la conciencia. Si implica necesariamente ser ciego, sordo y mudo ante los desmanes y las injusticias, solo por la cuestión de haber hecho una especie de promesa a sí mismo y a otra persona.  
Porque también las promesas se pueden romper. 

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