Pienso que las cosas no han cambiado tanto y que la escena retrata perfectamente una situación no tan excepcional, aunque quizás no suceda de manera tan visible. Porque, aunque sea triste tener que admitirlo, el peor enemigo de la mujer también puede llegar a ser la propia mujer.
Claro que no se puede generalizar y que también en esto hay diferencias. No todas las mujeres entran en el juego de pretender dar lecciones de moral a sus semejantes, pero existen beatas y mojigatas que en nombre de los convencionalismos, por tradiciones trasnochadas o simplemente por mente cerrada, son capaces de poner en el punto de mira a quien sea, sin pararse a pensar en las consecuencias. Y solo por el hecho de que éste o ésta se haya salido de las normas que alguien estableció en su día, y que a pesar de que no son inamovibles, hay quien se empeña en lo contrario. La evolución no siempre llega a todas partes.
Evidentemente hay que trasladarse casi un siglo atrás para ponerse en situación, en un momento en el que la iglesia católica tenía mucho poder e influencia. Pero como ya he dicho, considero que algo de lo anterior sigue existiendo (aunque en menor medida), y siempre habrá quienes pretenden dar lecciones. Por supuesto no es un tema exclusivamente del género femenino, ni esta manera de obrar es ajena a los hombres, solo que desgraciadamente es visto de diferente manera. No dudo que también hay hombres que entraban, y entran, en la categoría de beatos, pero no suelen ser calificados así, sino como fervorosos practicantes. Por cierto y en algunos casos, incluso llegando a ser peligrosos por sus ideas radicales.
Sin embargo lo peor de todo esto es que las/os que pretenden pasar como buenas personas por el hecho de cumplir unas reglas, son los que más despiadadamente menoscaban a sus semejantes. Porque poner en evidencia a una persona es una agresión (no física pero igualmente dolorosa).
De todas maneras, el termino beato/a suele ir asociado a un sentimiento negativo. Y en este caso lo son estas mujeres que pretendidamente amparadas en un velo y un rosario, se convierten en jueces implacables que someten a crítica algo que no les concierne y que pertenece a la libertad de los demás. Pero que también pone en evidencia cosas de las que seguramente no son conscientes. Como en esta ocasión, aceptando determinadas conductas masculinas y dejando entrever sus carencias, su falta de autoestima y la mediocridad de sus vidas.
Y al respecto de la escena concreta entre Sol y las beatas.
Al pretender las mismas mujeres alejar a sus esposos de la tentación, dejan aflorar también dos cosas: hacen recaer toda la culpa en la mujer que ejerce la prostitución, como si el hombre solo fuera una víctima, y además dejan a las claras una falta de confianza en sus hombres y ellas mismas, cuando queda en el aire el supuesto de que éstos puedan estar insatisfechos y tener que buscar desahogo en otra mujer. Algo que, por supuesto, ni se puede imaginar que suceda a la inversa, porque el estigma que ello supondría ha quedado más que patente. A un hombre se le tolera, a una mujer se la repudia.
Y para finalizar una pregunta: ¿Acaso es mejor una tirana y asesina que esclaviza, pero a la que rinden pleitesía sin rubor alguno, incluso hasta el extremo del servilismo y dejándose humillar, que una mujer que solo se hace daño a si misma?
Doble rasero al que va a tener que enfrentarse Sol y todo su entorno. No va a ser fácil librar esta batalla, y mucho menos en un pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario