No creo que a
estas alturas se pueda poner en duda el amor que se profesan Alfonso y Emilia,
un sentimiento que se dice que lo cura todo y que está por encima de todo. Por
lo que es bastante inconcebible que no haya sido capaz de borrar el recuerdo de
días aciagos, igual que lo es que en Alfonso el recuerdo de aquellos tiempos siga
siendo motivo de desasosiego, aunque haya callado sin dejar entrever nada.
Pero es bastante
difícil de creer que, en dieciocho años, en ningún momento haya salido a
relucir un tema que ya tendría que ser solo algo perteneciente al pasado. Y si
lo hubiese hecho, sin que ello produzca sufrimiento, solo la sensación de un
mal recuerdo que hay que dejar atrás.
Que suceda lleva
a una consideración no muy agradable, y es que Alfonso está demostrando una
falta de confianza que habría de inquietar a Emilia. Una pareja tendría que ser
capaz de explicarse todo, y ello incluye cualquier tema, por espinoso que sea. Con
esta actitud da la sensación que Alfonso que jamás ha perdonado del todo a la
chica que un día lo dejó de lado para caer en las redes de un desaprensivo, y aunque
después supo rectificar, quedó Maria para convertirse en el recuerdo viviente. Por
supuesto no pongo en cuestión que Alfonso quiere a Maria como si fuera su propia
hija.
Pero predicar con
el ejemplo que ha puesto a Prado con respecto a perdonar y olvidar, no es precisamente lo que hace ahora mismo.
También es
cierto que este mismo recuerdo es el que ha asaltado a l@s espectadores al
reconocer en la trama de Matías, Prado y Sixto, la misma historia. Y hacer que Alfonso
vuelva a revivir aquellos días es una buena excusa para dos cosas: para desviar
la atención precisamente del hecho que significa repetir situaciones ya vividas,
y por otra parte darles algo de visibilidad a una pareja que la tienen solo ocasionalmente.
De todas
maneras espero que ello no signifique que pierdan de vista el principal
problema y sepan dejan momentáneamente al margen los suyos. De hecho Emilia ya
ha sabido sobreponerse y agarrar el toro por los cuernos amenazando a Sixto. Ahora
Prado les necesita. Y también Matías.
Por cierto, y
ya que hablo de este último. Creo que los guionistas han perdido una buena oportunidad
de hacer más bonita esta trama de la llegada de Matías. Evidentemente no es lo mismo
un bebé que un chico adolescente, pero admito que he echado en falta más escenas del estrechamiento de lazos entre padres e hijo.
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