30 de diciembre de 2014

Salirse de la reglas

Realmente cuesta creer que pueda existir la más mínima posibilidad de que una persona en la situación de Aurora consiga recuperarse mínimamente, y aún menos que vuelva a parecerse a lo que fue un su día. Quizás, y sólo después de una larga rehabiltación, es posible que pueda volver a hablar, a comportarse, incluso veo factible que pueda hacer una vida medianamente normal, pero de ninguna manera que vuelva la Aurora que conocimos.
Ante todo tengo que decir que considero que Ariadna está bordando un papel que hace de manera totalmente creíble. No debe ser fácil meterse en la piel de una persona con las entendederas perdidas, y además sin caer en la sobreactuación. Pero dicho esto, pienso que es lamentable que hayan decidido llegar tan lejos con este personaje, y de paso estropear una historia de amor.
Pero no voy a volver sobre ello, porque ya lo he hecho muchas veces. Ni tampoco de lo que es probable que se esté gestando alrededor del personaje de Lucas, que es evidente que va a apartar a Conrado. Tampoco del dolor que supondría para Martín ver a su hermana en esta situación.
Mi intención inicial era hablar de la gente que rodea a Aurora, de su familia.  
No es fácil ver sufrir a un ser querido. Como tampoco contemplar sin inmutarse unos métodos que pueden antojarse drásticos. Y es cierto que puede haber visiones contrapuestas sobre la manera de actuar en una situación parecida, especialmente porque la mente humana es muy compleja y no es fácil saber si se actúa de manera correcta en cada caso. Como también es verdad que hay personas que tienden a sobreproteger, a moverse por el corazón y no por la cabeza. Y a veces con resultados contraproducentes, como se demuestra en el caso de Aurora, que a base de permitirle todo lo que se le antoja, se está convirtiendo en una persona díscola, caprichosa, y lo que es mucho peor, violenta.
Y creo que Lucas va bien encaminado, al luchar para que la chica vuelva a adaptarse a lo que era su vida antes de cruzarse con Fulgencio y que éste se la arruinara. 
Pero por descontado, Tambièn puedo entender a Rosario. Es una abuela, no tan diferente de otras, que no dudan en dar a sus nietos los caprichos que les están vedados por sus padres. No es lo mismo en este caso, pero parecido. Otra cosa es que ello sea bueno para el receptor de sus desvelos. 

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